No te aterrorices ante la herejía, la calamidad y la apostasía. No dejes ni abandones, porque pronto vas a ser testigo de la victoria. «Más el que persevere hasta el fin, este será salvo. Y será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:13-14). Jesús equipó a sus seguidores con valor dándoles una visión del futuro. Enumeró los huracanes de la vida y luego los señaló como «el fin». El verdadero valor adopta las realidades gemelas de la dificultad presente con el triunfo final. Sí, la vida es dura, pero no será así para siempre. Aunque de la impresión que la iglesia está perdiendo terreno, al igual que el ejército de Gedeón, aunque la tierra de Dios sea azotada por el clima y ensangrentada por las desgracias, aunque la creación misma parezca estar encallada en los más de la Antártica, ni reacciones en forma exagerada. «Guarda silencio ante Jehová, y espera en Él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace maldades” (Salmo 37:7). Evita ser un eterno optimista. No ganamos nada encubriendo la brutalidad de la existencia humana. Este es un mundo tóxico. Pero tampoco debemos unirnos al coro de los que siempre están pronosticando tragedias y pesimismo. En algún lugar, en medio de estas dos posiciones, entre la negación total y el pánico evidente, se encuentra el equilibrio sensato, y que todavía cree, seguidor de Cristo. Con los ojos bien abiertos pero sin miedo. Sin sentir terror de lo que aterroriza.
En estos días peligrosos, en este mundo, que es tan frágil como una cáscara de huevo pintada, con las noticias llenas de colapsos económicos y terroristas por todos lados, tenemos razón para retirarnos a los refugios subterráneos que nos protegen del temor y la ansiedad. Pero Cristo nos dice: «Procuren no alarmarse» «No se asusten» «Mirad que no os turbéis» «Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida» (Apocalipsis 2:10). Asegúrate de que el casco de tus convicciones pueda soportar el estrés de los choques. Ojalá que quienes construyeron el barco Titanic hubieran sido así de sabios. El lujoso transatlántico se hundió porque sus constructores usaron remaches de mala calidad y no tenían planes buenos. Los remaches son el pegamento que une las placas de acero. Como se les acabaron los remaches de buena calidad, los constructores utilizaron unos de mala calidad, los cuales se cortaron cuando el barco chocó con el témpano de hielo. ¿Cuán firmes son los remaches de tu fe? Refuérzalos diariamente con lectura bíblica, adoración regular y comunión sincera con Dios. «El valor es temor que ha orado». Y recuerda: «Y todo esto es principio de dolores» (Mateo 24:8).
Algunas traducciones dicen «dolores de parto», y los dolores de parto no son tan malos, porque dicen que va a llegar el momento de empujar por última vez. El doctor le asegura que va a ser mamá: «Va a doler por un rato, pero luego va a ser mejor». Jesús nos asegura lo mismo. Los conflictos globales indican la fecha en el calendario de la maternidad. Estamos en las horas finales, tenemos que empujar un poco más para dar a luz, unos tic-tacs más del reloj de la eternidad nos separan de la gran coronación de la creación. Y un mundo nuevo está por llegar. «Es necesario que todo esto acontezca» (Mateo 24:6). Necesario es la palabra que escuchamos con agrado que nos afirma que todos los acontecimientos, aún los más violentos, son parte de un plan divino. Cada prueba y problema tiene un lugar en el plan de Dios. «La razón por la cual no debemos sentir terror no es porque las guerras no sean aterradoras. Todo lo contrario. Es porque sobre todo el caos reina un plan divino”. Todas las cosas grandes y pequeñas, fluyen del propósito de Dios y se usan para cumplir su voluntad. Cuando el mundo parece fuera de control, no lo está. Cuando parece que los belicistas están a cargo, no lo están. Cuando las catástrofes ecológicas dominan las noticias, no dejes que ellas te dominen. Confiemos en nuestro Padre Celestial. Él ha diagnosticado el dolor del mundo y ha escrito un libro sobre su tratamiento. Podemos confiar en Él. «Todo se va a arreglar al final. Si no se está arreglando, no es el final».
[quote align=»center» color=»#0598FF»] la apretada mano de la gente que prefiere un dios que pueda manejar, controlar y predecir. Esta vida al revés requiere una deidad dócil, ¿no es verdad?. En un mundo fuera de control, necesitamos un dios que podamos controlar, una presencia que nos haga sentir bien, semejante a alguna mascota que se siente en nuestras rodillas.[/quote]
Tenemos dioses del tamaño que nos conviene. Los encontraras en la apretada mano de la gente que prefiere un dios que pueda manejar, controlar y predecir. Esta vida al revés requiere una deidad dócil, ¿no es verdad?. En un mundo fuera de control, necesitamos un dios que podamos controlar, una presencia que nos haga sentir bien, semejante a alguna mascota que se siente en nuestras rodillas. Lo llamamos y él viene. Lo acariciamos y ronronea. Si tan solo pudiéramos mantener a Dios en su lugar. Pedro, Jacobo y Juan deben haber tratado de hacerlo. ¿De que otra manera puedes explicar la expedición, fuera de todo convencionalismo, en la cual los llevó Jesús? «Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Él. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi hijo amado, en quién tengo complacencia; a Él oíd. Por esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie sino a Jesús sólo» (Mateo 17:1-8).
[quote align=»center» color=»#0598FF»] Necesitaba fortaleza para enfrentarlos, y quería que sus seguidores vieran donde la encontraba.[/quote]
Los puntos altos en las Escrituras parecen ocurrir en los puntos altos de la tierra. Abraham sacrifica a Isaac en el monte Moriah. Moisés viendo la zarza ardiendo en el monte Sinaí. Elías ascendiendo al cielo desde el monte Horeb. Cristo redimiendo a la humanidad en una colina llamada el Calvario. Y a Jesús recibiendo azotes en el monte Hermón. Nadie sabe con seguridad, pero la mayoría de los historiadores colocan este acontecimiento en una montaña de unos nueve mil doscientos pies de algo que se llama monte Hermón. Se eleva sobre el paisaje norte israelí, y se puede ver desde el mar Muerto, que queda a cien millas de distancia. Este gigantesco pico coronado de nieve era el lugar perfecto para el retiro de Cristo con Pedro, Jacobo y Juan. Lejos del griterío de las multitudes y de las molestas controversias. Jesús podía tener toda la atención de sus tres amigos más íntimos. Juntos podían mirar hacia el mar de Galilea, de color azul turquesa o a la gran llanura, salpicada de colinas llenas de vides. Aquí ellos podían orar. Cristo necesitaba fuerzas. Le faltaban unos meses para ir a la cruz. Las lanzas de los soldados y el rencor de las multitudes estaban por delante. Necesitaba fortaleza para enfrentarlos, y quería que sus seguidores vieran donde la encontraba. A alguna altura mientras oraba, el tierno Carpintero que comía pan sin levadura y carne asada en un pincho, y hablaba con acento galileo, se transformó en una figura cósmica de luz. «Y se transfiguró delante de ellos y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz» (Mateo 17:2).
[quote align=»center» color=»#0598FF»]Ten presente que Cristo viene.[/quote]
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