Es Jesús,… ¿tu Salvador o tu Señor?
“El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿Dónde está mi honra? Y si soy señor, ¿dónde está mi temor? –Malaquías 1:6 (RV60)

Desde que nacemos, estamos sujetos a diferentes autoridades. Desempeñamos diferentes roles de acuerdo a la posición que ocupamos en el núcleo familiar, en la escuela, en el trabajo, en la Iglesia. Como hijos estamos sujetos a los padres, como estudiantes obedecemos a los maestros. En el trabajo los jefes son las personas de autoridad sobre los empleados y en la iglesia, los pastores. En el Reino Celestial también el principio de la autoridad aplica a los que decimos que somos parte de él. Desde el principio de la creación, la Palabra nos muestra la necesidad que tiene el hombre de sujetarse y obedecer a la autoridad divina. Los primeros en rebelarse contra esta autoridad fueron los ángeles. (Isaías 14:12-14), (RV60). La rebelión trae consecuencias negativas a los que la practican.

La autoridad exige obediencia. El hombre es por naturaleza rebelde y no se quiere sujetar a la autoridad tan fácilmente. Cuando venimos a los caminos del Señor, hemos recibido a Jesús como nuestro único y exclusivo salvador. Nuestros pecados son perdonados y sabemos lo que es ser Hijos de Dios. Desde ese momento, se supone que Jesús viene a ser, no solo nuestro salvador, sino también nuestro Señor. La palabra “señor” es una posición de autoridad que implica servicio y obediencia. El Señor pregunta: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?”-Lucas 6:46 (RV60)

Jesús habla de dos hombres que deciden edificar una casa. Uno de ellos cava con profundidad y luego coloca el fundamento de la estructura sobre una roca. Pasa mucho trabajo haciendo el hoyo, sudando y esforzándose hasta que encuentra que la profundidad es la suficiente para colocar sobre una roca la base de esa casa. “Vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.”-Lucas 6:48 (RV60). Nuestra vida en el Señor debe de ser fundamentada en esfuerzos y sacrificios a favor de Su obra. Cuando esto pasa, salimos victoriosos ante las pruebas y situaciones difíciles que se nos presentan en nuestra vida. “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” –Mateo 6:33 (RV60)
El señorío de Jesús sobre nuestras vidas demanda dedicación, separación del mundo. Como dice el Apóstol Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mi” -Gálatas 2:20 (RV60). Implica sacrificio de nuestro tiempo para Él en oración y adoración, ayudar a los necesitados, desprendimiento de nuestra economía para favorecer Su obra y sobre todo, dedicar tiempo en las actividades de Su Iglesia para ganar almas para Su reino.

El segundo ejemplo de cimientos en donde se puede edificar una casa que Jesús menciona es sobre la tierra, sin fundamento, sin una base sólida, con poco o ningún esfuerzo. Cuando el río da con ímpetu, la estructura cae ocasionando grande ruina. (Lucas 6:49). Para muchos creyentes, el asistir o no al templo a adorar al Señor, aprender más de su Palabra, compartir con los hermanos en la fe, ocupar el tiempo a favor de las necesidades de otros, son acciones incómodas y desagradables. Son estos creyentes los que se quejan de todo y cuando vienen las pruebas o situaciones difíciles en sus vidas, en vez de luchar, se rinden porque su base está débil y no salen victoriosos de las mismas.

¿Sobre qué base colocas tu vida y la de tu familia? Cada uno de nosotros somos responsables de manifestar el señorío de Jesús sobre nuestras vidas. Los creyentes sabemos lo que Jesús quiere que hagamos. Está en Su Palabra escrita. La obediencia a sus mandatos es la manifestación de Su autoridad y señorío sobre nuestras vidas.
“No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” -Mateo7:21 (RV60)

Jesús es tu salvador, pero… ¿es tu Señor?