• ¿De cuáles saboteadores hablamos?
  • ¿A qué historia nos referimos?

Cuando pensamos en un saboteador, de primera instancia, lo definimos como aquel que toma para sí algo que no le pertenece o que daña un trabajo realizado. Partiendo de este pensamiento, podemos decir que un sabotaje es un acto de rebelión. Ahora bien, ¿qué pasa cuando la era de la rebelión se queda en el pasado y llega el momento del espíritu? Hay transformación.

En el momento que aceptamos a Cristo como nuestro salvador nos fue necesario entrar en este periodo de transformación. La transformación externa es la más notable, pero la que más importa es la interna.  “Cuando somos quebrados desde adentro, es que comienza la vida”, dijo en un momento dado Claudia Ramírez, la predicadora de la noche.  Esta transformación se da por medio de la renovación de nuestro entendimiento. El cambio comienza cuando el Espíritu Santo renueva nuestro pensamiento y nuestro hablar.  El poder de la vida y de la muerte está en la lengua. Por consiguiente, al ser el entendimiento renovado, procedemos a conocer cuál es la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios en nuestras vidas.

Debemos conocer cuál es la perfecta voluntad a fin de no divagar en dos pensamientos. Mucho trabajo nos queda por hacer y en ello es que debemos ocupar el tiempo; cumplir el sueño de Dios en cada uno de nosotros.  No podemos hablar de unidad si nosotros mismos estamos hechos pedazos (Marcos 3:24).  Es tiempo de asumir postura, no es tiempo de mirar de lejos lo que de primera instancia deberíamos estar realizando.  En tanto no dejemos que el Señor obre en nuestras vidas, seguiremos siendo saboteadores de nuestra propia historia.

 

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”

~Romanos 12:2