¿Por qué tenemos miedo? Cada salida del sol parece traer nuevas razones para el temor. Están despidiendo personas de sus trabajos, la economía está muy lenta, sube el costo de la luz y el agua, guerras, rumores de guerras, crisis, enfermedades, plagas, calentamiento global, dictadores locos coleccionando ojivas nucleares igual que otras personas coleccionan vinos finos. Tenemos miedo que nos demanden, de terminar últimos, de tener que declararnos en bancarrota; el lunar que tenemos en la espalda nos da miedo, el sonido del reloj que nos indica que nos estamos acercando a la tumba. Sofisticados planes de inversión, creamos sistemas de seguridad complicados y legislamos un sistema de seguridad militar más fuerte, sin embargo dependemos de las drogas que alteran el estado de ánimo más que ninguna otra generación en la historia. Aún más, el niño promedio de hoy tiene un nivel mayor de ansiedad que el que tenía el paciente siquiátrico en la década de 1950. Parece que el temor ha hecho un contrato de cien años en el edificio de al lado y ha establecido su negocio allí. Demasiado grande y descortés, el temor no está dispuesto a compartir el corazón con la felicidad. ¿Puede ser alguien feliz y sentir temor al mismo tiempo?

[quote align=»center» color=»#C30DFF»]Si pudieras poner sobre tu corazón un magneto de temor y extrajeras cada pizca de inseguridad, duda y temor, ¿qué es lo que quedaría? Imagínate un día, solo un día, sin temor al fracaso y a la calamidad.[/quote]

¿Podemos pensar en forma clara y tener miedo? ¿Ser confiado y temeroso? ¿Compasivo y miedoso? No. El temor es el acosador que se desplaza en el pasillo del liceo; insolente, hace mucho ruido y es ineficiente. Para todo el ruido que hace y el espacio que ocupa, el temor hace muy poco bien. El temor nunca escribió una sinfonía ni una poesía, ni negoció un tratado de paz ni sanó una enfermedad. El temor nunca sacó a una familia de la pobreza ni a un país de la intolerancia. Nunca salvó a un matrimonio ni a un negocio. El valor sí lo hizo, La Fe lo hizo, Lo hicieron las personas que se rehusaron a dejarse aconsejar por el temor o achicarse frente a su timidez, Pero el temor nos conduce a la prisión y cierra la puerta. ¿No sería maravilloso poder salir? Imagínate una vida completamente libre de angustia. Si pudieras poner sobre tu corazón un magneto de temor y extrajeras cada pizca de inseguridad, duda y temor, ¿qué es lo que quedaría? Imagínate un día, solo un día, sin temor al fracaso y a la calamidad. ¿Puedes imaginarte una vida sin temor? Esa es la posibilidad tras la pregunta de Jesús: «¿Por qué teméis?» (Marcos 8:26). Lo primero que pensamos es si Jesús hablaba en serio. Tal vez está bromeando. Nos quiere sorprender. Pero Jesús hablaba en serio y lo mismo lo están los hombres a quienes les hace la pregunta. Una tormenta había convertido su crucero en un susto aterrador.

Así es como uno de ellos recuerda el viaje: «Luego subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De repente, se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca» (Mateo 8:23-24). Esas palabras las dijo Mateo. Él recordaba muy bien la gran tempestad y los saltos de la barca en el agua, por lo que fue cuidadoso con su terminología. Cualquier palabra no serviría. Así que sacó su diccionario griego del estanque y buscó una descripción que rugiera como las olas que golpeaban la proa. No consideró la terminología común cómo lluvia primaveral, chubasco o lluvia torrencial. No describía lo que sintió y vio aquella noche: una tierra de la cual salían ruidos y una costa que se sacudía. Recordaba más que vientos y olas con espuma blanca. Sus dedos siguieron la columna de sinónimos hasta que llegó a una palabra que le gustó. «Ah, esa es, Seísmo: un terremoto, una erupción que estremecía la tierra y el mar, «Un gran seísmo sacudió el lago». Mateo utilizó esa palabra solo en otras dos ocasiones: una, cuando Jesús murió y el Calvario se estremeció (Mateo 27:51-54), y otra en la resurrección de Jesús, cuando el sepulcro tembló (Mateo 28:2). Aparentemente, la calma de la tempestad comparte un lugar igual al de la trilogía de los grandes acontecimientos de Jesús: vencer el pecado en la cruz, muerte en la tumba y aquí calmando el temor en el mar.

Sabemos que el temor en los discípulos fue repentino porque la tormenta lo fue primero. Una traducción más antigua dice: «Repentinamente una gran tormenta se desató en el mar». No todas las tormentas vienen de repente. En las praderas, los agricultores pueden ver la formación de nubes de tormenta horas antes de que empiece a llover. Sin embargo esa tormenta se lanza sobre ellos como un León que salta desde el césped. En un segundo los discípulos están dialogando tranquilamente y a mitad del camino están tragando agua del lago de Galilea. Pedro y Juan marineros con experiencia, luchan para mantener la vela abajo. Mateo, que no tiene experiencia alguna con el mar, lucha para no vomitar. Esta tormenta no es lo que esperaba el recolector de impuestos. ¿Percibes la sorpresa en la forma en que une las dos frases?: «Luego (Jesús) subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De repente se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca» (Mateo 8:23-24). No esperarías una segunda frase más vivaz, ¿una consecuencia feliz a la obediencia? «Jesús se subió a una barca. Sus seguidores fueron con Él, y de pronto un gran arcoíris apareció en el cielo, vieron una bandada de palomas en formación y un mar de cristal que reflejaba el mástil de la embarcación. Los seguidores de Cristo, ¿no disfrutaban de un calendario lleno de cruceros por el Caribe? La respuesta es No. Esta historia nos presenta el recordatorio que no es muy sutil ni muy popular: Subirse a la barca con Cristo puede significar sufrir con Él. Los seguidores de Cristo pueden esperar mares tormentosos y vientos fuertes. «En el mundo tendréis (no «podrían», «pueden» o «pudieran» tener) aflicción»(Juan 16:33). Los seguidores de Cristo se enferman de malaria, entierran a sus hijos, luchan con aflicciones, y como resultado enfrentan temores. No es la falta de tormenta lo que nos distingue. Es a quien descubrimos en la tormenta, a un Cristo inamovible.

[quote align=»center» color=»#C30DFF»]Recuerda que Cristo Viene. [/quote]

Pastora Iris N. Torres Padilla