Jesús también le refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo donde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedir tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? (Lucas 12:16-21). El parecía un hombre decente, ese granjero rico. Lo suficientemente inteligente como para tener ganancias, y bien espabilado como para disfrutar de beneficios inesperados. Por lo que sabemos, hizo su fortuna honestamente. No se hace mención a que hubo explotación o malversación de fondos. Él usó el talento que Dios le había dado y tuvo éxito. Emocionado ante ello, resolvió aprender una lección de la fábula de la hormiga y la langosta.
La langosta se preguntaba por qué la hormiga trabaja tan duro durante los días del verano. «¿Por qué no vienes a hablar conmigo en lugar de trabajar de esa forma?». La hormiga le explicó su trabajo. «Estoy ayudando a juntar comida para el invierno y te recomiendo que hagas lo mismo». Pero la langosta prefería revolotear en lugar de trabajar. Así que mientras la hormiga se preparaba, la langosta jugaba. Y cuando el invierno trajo sus fuertes vientos con campos sin alimentos, la hormiga comía maíz, mientras la langosta se paraba en una esquina con un cartel de cartón que decía: «Haré cualquier trabajo por un poco de comida. Llegaré de un salto». El rico en la historia de Jesús no iba a ser el papel de la langosta. No tendría que hacer fila para que le regalaran comida o para tomar un plato de sopa caliente. Y tampoco filas para comida o sopa para nosotros. Podemos tener empatía con el próspero granjero. Para decir la verdad queremos aprender de su éxito. Y sin embargo, Jesús lo corona con el sombrero que se les pone a los tontos. ¿En qué fue que se equivocó este sujeto? Jesús responde llenando tres párrafos de verbos en primera persona. Lee el corazón de la parábola fijándote en el corazón del que hizo la inversión…
[quote align=»center» color=»#0638FF»]El dar caracteriza la creación de Dios. Desde la primera página de las Escrituras. Él se presenta como un pastor muy dadivoso.[/quote]
«Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate” (Lucas 12:18-19) Este hombre rico vivía en una casa de espejos de un solo cuarto. Miraba al norte, al sur, al este y al oeste, y siempre veía la misma persona: YO. No ellos, o ustedes. Solo YO. Aun cuando le habló al alma, habló de sí mismo: «Muchos bienes tienes, ahora descansa». Y eso fue lo que hizo. Guardó, con éxito, suficientes cosas como para comer, beber y regocijarse. Así que se mudó a la parte más importante de la ciudad, compró una casa de cinco dormitorios y con varios niveles en el mejor lugar del club de golf. Desempacó los camiones que lo mudaron, estableció sus cuentas bancarias y se zambulló en la piscina de su patio. Qué lástima que se olvidó llenarla de agua. Se golpeó la cabeza en el fondo del concreto y despertó en la presencia de Dios, que no estaba impresionado en lo más mínimo con su cartera de acciones. «Necio, esta noche vienen a buscar tu alma; lo que has provisto, ¿de quién será? (v.20). El hombre rico fue la persona equivocada («pensaba dentro de sí»), y formuló la pregunta equivocada (» ¿qué haré? «). Su error no fue que hizo planes, sino que sus planes no incluían a Dios. Jesús no criticó las riquezas del hombre sino su arrogancia; no la presencia de metas personales, sino la ausencia de Dios en sus metas. Y ¿qué si hubiera llevado el dinero a la persona correcta (Dios) con la pregunta correcta?: ¿Qué quiere que haga?»
Si no existiera Dios, guardar posesiones sería la única respuesta apropiada para un mundo incierto. Pero Dios existe, y este Dios no quiere que sus hijos confíen en el dinero. Él respondió a la insensatez del hombre rico con una oleada de apelaciones, diciendo: «No temáis», o «No os afanéis». «Vosotros, pues, no os preocupéis por lo, que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud» (v. 22-29). No sigas los pasos del rico insensato que tenía mucho dinero y poco sentido en las cosas espirituales. Al contrario, «no temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino (v.32). Esta es la única ocasión en que Jesús nos llama «manada pequeña». La discusión de las provisiones impulsa esta preocupación pastoral. Nosotros tampoco somos los más inteligentes entre los animales. Pero tenemos un pastor que nos va a parar. Como un buen pastor, no nos dejará que estemos sin ropa o sin comida. «No he visto justo desamparado ni su simiente que mendigue pan» (Salmo 37:25). Qué revocatorio tan oportuno. Cuando las casas son rematadas, o cuando las jubilaciones se esfuman, necesitamos un pastor. Y en Cristo lo tenemos. Porque a Él «le ha placido daros el reino» (v.32). El dar caracteriza la creación de Dios. Desde la primera página de las Escrituras. Él se presenta como un pastor muy dadivoso. Produce en plural: estrellas, plantas, aves y animales. Cada uno de sus dones llegan en cantidades grandes, en múltiplos y en un surtido. Y lo hace. Dios es el gran río. El gran proveedor. La fuente de toda bendición. Completamente generoso y se puede depender de Él absolutamente. Dios es el dueño de todo. Dios comparte todo. Confía en Él y no en las cosas. Recuerda que Cristo Viene. A todos mis amados amigos y hermanos Buenas Noches.
[quote align=»center» color=»#0638FF»]Mi Casa…Es la casa de todos.[/quote]
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