Las historias de los héroes del libro de los hebreos ocupan un curioso párrafo hacia el final del desfile de patriarcas. Siguen a los más conocidos nombres de Abel, de quien se dice «y muerto, aún habla» (Hebreos 11:4); Enoc, quien «fue traspuesto para no ver muerte» (v.5); Noé, quien «fue heredero de la justicia» (v.7); Abraham y Sara, cuyos descendientes son «como la arena innumerable que está a la orilla del mar» (v.12). Una persona puede leer hasta aquí y sacar una conclusión. Dios recompensa las vidas fieles con serenidad y legados de novela. Vive bien. Vive pacíficamente. ¿No es verdad? Entonces lee los versículos 35 al 37 que presentan el lado duro: «Más otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a pruebas, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de oveja y de cabras, pobres, angustiados, maltratados». Contrario a lo que esperaríamos, la gente buena no está exenta de sufrir violencia. Los violadores no examinan a las víctimas de acuerdo a sus curriculum vitae espirituales. Los sedientos de sangre son malvados y no dejan de lado a los que van de camino al cielo. No estamos protegidos. Pero tampoco estamos intimidados. Jesús tiene una o dos palabras acerca de ese mundo violento: «No temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar» (Mateo 10:28).

[quote align=»center» color=»#E82C0C»]»No temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar» (Mateo 10:28)[/quote]

Los discípulos necesitaban esta afirmación. Jesús les acababa de decir que esperaran azotes, juicios, muerte, odio y persecución. No fue la clase de charla alentadora que se da en el vestuario al equipo. Para mérito de ellos, ninguno desertó. Tal vez no lo hicieron por el recuerdo reciente de los músculos flexionados de Jesús en el cementerio. Jesús recién había llevado a sus discípulos a «la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, (donde) vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino. Y clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo? (Mateo 8:28-29). Las reacciones más inmediatas y dramáticas a la presencia de Dios en la tierra provienen de demonios como estos: los numerosos, invisibles, que no tienen sexo, malvados demonios de Satanás. Estos dos hombres estaban poseídos de demonios, y por lo tanto eran extremadamente violentos. La gente daba grandes rodeos alrededor del cementerio para evitarlos. No así Jesús. Él marchó como si fuera el dueño del lugar. Los asombrados demonios no esperaban verlo en territorio del diablo, en el costado del mar de Galilea que les correspondía a los extranjeros, la región de los paganos y los cerdos. Los judíos evitaban tales lugares, los judíos no.

[quote align=»center» color=»#E82C0C»]Él que sostiene el Universo con una palabra, dirige el tránsito de los demonios también con la misma palabra. La lucha entre el bien y el mal duró unos pocos segundos. [/quote]

Los demonios y Jesús no necesitaron ser presentados. Ya habían luchado en otros lugares, y a los demonios no les interesaba un segundo partido. Ni siquiera intentaron pelear. «¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo? (v.29). Daban marcha atrás. Tartamudean. ¿Traducción? «Sabemos que al final la vamos a perder, pero ¿podemos duplicar nuestros esfuerzos mientras tanto?». Se recogieron como marionetas sin hilos. Su pedido fue patético: «Permítenos ir a aquel hato de cerdos» (v.31) y Jesús lo hizo «Id», y les sacó los demonios a los hombres. No dio voces, ni gritó, ni encantamientos, baile, incienso, ni demanda. Solo una pequeña palabra. Él que sostiene el Universo con una palabra, dirige el tránsito de los demonios también con la misma palabra. La lucha entre el bien y el mal duró unos pocos segundos. Cristo es fuego y los demonios son ratas de embarcación. Se lanzaron por la borda cuando apenas empezaron a sentir el calor.

Este es el balance en el cual Jesús escribe el cheque del valor: «No temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar» (Mateo 10:28). Tú habitas en la guarnición que está bajo el cuidado de Dios. «Quién nos separará del amor de Cristo. ¿Tribulación, o angustia o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro o espada?…Ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Romanos 8:35-39).

[quote align=»center» color=»#E82C0C»]Recuerda que Cristo viene.[/quote]

Pastora Iris N. Torres Padilla