Es imposible entender con nuestra mente humana lo que sucedió hace dos mil años en Belén, Palestina, ese pequeño rincón del Imperio Romano. Tratar de entender la realidad del nacimiento de Jesús mirando solo la escena del nacimiento. A menos que entendamos quien era «el niño Jesús», y lo que él había decidido hacer antes del día de su nacimiento, jamás comprenderemos la razón de la gloriosa celebración de los ángeles, algo que la persona común y corriente habría visto simplemente como la intrascendente experiencia de una familia judía. En su carta a los cristianos de Filipo, el coloso Pablo escribió un comentario fascinante en cuanto a la Navidad, que a menudo no captamos. Sin embargo, este pasaje nos dice más sobre el verdadero significado de la Navidad, que muchos versículos más comúnmente asociados con la ocasión. Al hablar sobre la humildad, Pablo instó así a los creyentes: «Haya pues en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual siendo en forma de Dios, no estimó en ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó así mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres» (Filipenses 2:5-7).
[quote align=»center» color=»#E82C0C»]Jesús no parecía Dios; Él siempre fue Dios. Como nos relata Pablo, antes de ese día maravilloso cuando todo cambió, Jesús era Dios en todo sentido, y eternamente.[/quote]
Cuando el apóstol Pablo hace referencia a la encarnación de Cristo como un ser humano en esta tierra, prologa la idea recordándonos que Él existió antes eternamente como Dios, no como hombre. «Encarnación» viene de la palabra griega «Keno» (de donde obtenemos el término teológico kenosis), que quiere decir » despojamiento». Se refiere a alguien de una gran posición que se rebaja a sí mismo, dejando voluntariamente su elevado rango para convertirse en nada, en comparación con su dignidad anterior. Es como si el presidente de una nación rica, dejara atrás toda su autoridad, rango, poder, guardaespaldas para trasladarse a un país como un indigente. Al elegir subsistir casi al borde de la inanición, y someterse a los peligros de las bandas de ladrones y asesinos, se habría «despojado» a sí mismo. Este es un ejemplo sencillo para referirse a la transformación que ocurre cuando alguien se vacía de sí mismo, pero no se acerca ni remotamente a lo que Pablo está explicando. Cuando él se refiere a Jesús diciendo: «sido en forma de Dios», utiliza la palabra griega «morphe». Significa que lo que uno es por fuera, se corresponde perfectamente con lo que uno es en realidad. Se es en esencia lo que se es en apariencia. Jesús no parecía Dios; Él siempre fue Dios. Como nos relata Pablo, antes de ese día maravilloso cuando todo cambió, Jesús era Dios en todo sentido, y eternamente.
En el versículo 8 del capítulo 2 de Filipenses, el apóstol Pablo utiliza una palabra realmente diferente, «schema», que se refiere al aspecto externo que puede ser en realidad temporal o efímero, en el que la apariencia no guarda relación de manera perfecta con la realidad. El niño Mesías era un ser de otra clase y lugar, que tomó una nueva naturaleza -la humana-, pero sin cambiar quien era Él innata y eternamente, Jesús, Dios desde toda la eternidad, a quien adoran los ángeles, que habitaba en la luz inaccesible, y a quien ningún hombre había visto jamás realmente (1 Ti 6:16), dejó atrás su estado infinitamente glorioso a propósito, y se humilló a sí mismo. Y de eso se trata en realidad la Navidad. Significa que Dios se hizo hombre, que creó todas las cosas con su poder, y en quien toda la creación refleja su gloria personal, se despojó a su mismo. Las primeras palabras del Evangelio de Juan nos dicen que Jesús, el Verbo de Dios, era uno con el Padre en el comienzo del tiempo; que «todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (1:1-2). Todo lo que vemos con nuestros ojos, con nuestros microscopios, con nuestros telescopios y mucho más allá cobró existencia por medio de su omnipotencia.
[quote align=»center» color=»#E82C0C»]Recuerda que Cristo viene.[/quote]
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