El Maestro quería redimir. Por lo tanto, no podía tomar la copa como el Hijo de Dios sino como un ser humano, como usted y como yo. Aunque asegurarse con todas las letras que era el Hijo del Dios Altísimo, tendría que abstenerse de esa condición, tendría que beber su copa como un hombre. Por un lado, anhelaba regresar a la gloria que tenía antes que el mundo existiera, pero primero tendría que cumplir su más amarga misión. Por el otro, deseaba rescatar al ser humano y, para eso, tendría que sufrir el martirio como un hombre común. Y lo peor, tendría que soportarlo como nadie lo había hecho. No podría pedir clemencia en el momento en que estuviese en sufrimiento. No podría gritar como cualquier persona herida, pues su símbolo era el cordero, uno de los pocos animales que se callan antes de la muerte. No podría odiar ni airarse contra sus enemigos. Al contrario, tendría que perdonarlos y, sobretodo, amarlos. Si no estaría contradiciendo las propias palabras que Él mismo proclamó a los cuatro vientos: «Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen»(Mateo 5:44)

No podría desesperarse. En el Getsemaní, mientras se preparaba para tomar la copa, vivió una intensa ansiedad, pero durante el apaleamiento, las sesiones de tortura y la crucifixión, tendría que reaccionar con la más alta serenidad. De lo contrario no sería capaz de gobernar sus emociones al máximo del dolor ni controlar sus pensamientos para expresar sabiduría y tolerancia en un ambiente en que solo había espacio para el miedo, la rabia y la agresividad. Creer en Cristo como Hijo de Dios depende de la fe; pero no se puede negar que, independientemente de su condición divina, fue hombre hasta las últimas consecuencias. Sufrió y se angustió como hombre. ¿Cómo fue que reunió fuerzas para superar el caos que se estableció en sus emociones en aquel oscuro jardín?

[quote align=»center» color=»#562017″]En el Getsemaní, mientras se preparaba para tomar la copa, vivió una intensa ansiedad, pero durante el apaleamiento, las sesiones de tortura y la crucifixión, tendría que reaccionar con la más alta serenidad.[/quote]

Fue sometido por un continuo y misterioso estado de oración. La oración le trajo salud emocional. Diluyó su angustia e irrigó su alma con esperanza. Ya sabiendo que tendría que soportar su copa como hombre, sin alguna anestesia y con la más alta dignidad, Cristo dejó que su cuerpo físico fuese estremecido por síntomas psicosomáticos. Sufrió un caso raro de hematidrosis, que ocurre solo al nivel máximo de estrés. Lucas comenta que su sudor se transformó en gotas de sangre (Lucas 22:44). Hay pocos casos en la literatura médica que relaten que alguien sometido a intenso estrés pudiera tener ruptura o apertura de los capilares sanguíneos y permitir así que los hematíes fueran expulsados junto con el sudor. Si Cristo hubiera obedecido al lenguaje psicosomático de su cuerpo, no hubiera llegado al estrés extremo, sino que hubiera huido de aquel ambiente. Todo su cuerpo clamaba por la fuga. Pero nunca huyó de sus ideales. No se alejó ni un milímetro de su misión. Al contrario, luchaba dentro de sí mismo para realizar la voluntad del Padre, la cual también era suya, y prepararse paras transcender lo insoportable.

Cuanto más señales psicosomáticas daba el cuerpo de Cristo para escaparse de la situación riesgosa, más se resistía y reflexionaba acerca de su copa. La resistencia intensificaba su ansiedad y hacia que la emoción fuera invadida por un profundo estado de tristeza. El registro de Mateo dice que: «Cristo comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera»(Mateo 26:37). La inmensa tristeza que sintió señala que entró en un estado de ánimo deprimido. La angustia profunda es señal de una ansiedad intensa acompañada de distintos síntomas psicosomáticos. Llegó el momento de Aquel Hombre, a quien le gustaba rodearse de niños, que confortaba los leprosos, que acogía a las prostitutas, que era amigo de los publicamos. Iba a pasar por la condición más dolorosa emoción, por la experiencia de la depresión. Llegó el momento de aquel que contagiaba a todos con su poder y su seguridad, de experimentar la fragilidad de la emoción humana. ¿Logrará superar su grave estado de tristeza y reaccionar con dignidad en un ambiente totalmente hostil e inhumano?

 

[quote align=»center» color=»#666666″]Ten presente que Cristo viene.[/quote]

Pastora Iris N. Torres Padilla