En la mañana victoriosa del domingo 18 de septiembre, nos regocijamos en recibir palabra de Dios por medio del Lcdo. Magdiel Narvaez. Continuando con el mes de la Biblia, utilizó como base Rut 1: 19-21, que dice: “Anduvieron, pues, ellas dos hasta que llegaron a Belén; y aconteció que habiendo entrado en Belén, toda la ciudad se conmovió por causa de ellas, y decían: ¿No es ésta Noemí? Y ella les respondía: No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso. Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías. ¿Por qué me llamaréis Noemí, ya que Jehová ha dado testimonio contra mí, y el Todopoderoso me ha afligido?”

El nombre y la persona son una sola cosa, y con este vienen un conjunto de circunstancias, del tipo que sea. Noemí cuando se fue de Belén con su esposo y sus hijos tenía un gran nombre; pues este tiene por significado “la feliz.” Pero perdió el esposo, sus hijos, una nuera y ante la estructura de su situación, Noemí se ve sin posibilidades de vivir, ya que es viuda. Y una viuda sin hijos está expuesta a quedarse sin ayuda. Ella decide regresar a Belén, donde encontraría un alivio.

Vemos como Noemí, al regresar, lleva consigo la crisis de la perdida, de sus circunstancias, del dolor. Creyendo que todo esto había sucedido por mano de Dios. Entonces decide cambiar su nombre.

Así como Noemí, nosotros nos encontramos muchas veces contendiendo con Dios, pensando que él se ha olvidado de sus promesas. Y como ella, comenzamos a buscar la manera de cambiar nuestro nombre; a uno que Dios no nos ha dado. Inclusive, se nos olvida nuestra verdad. La verdad Dios mismo ha declarado sobre nuestras vidas.

A pesar de esto, Dios sabe que las circunstancias son pasajeras, que estas no definen a sus hijos. Ni siquiera lo que otros quieran decir, puede definir, ni contrarestar lo que el Señor ha dicho. Solo el creador del mundo otorga a cada cual su nombre. Y ese nombre, lleva consigo propósitos y bendiciones.

No le prestes oído a lo que otros quieran declarar sobre tu vida, tampoco olvides que el mismo Dios que mostró su fidelidad en la vida de Noemí, lo hará también en la tuya. No pierdas tu norte, él te ama. Ven y acércate a su casa. Él te quiere bendecir.