Juntos nos dispusimos a adorar a Dios en Su santo templo. El domingo 8 de junio, en nuestro culto nocturno, cantamos y alabamos a nuestro Dios; y presentamos un niño al Señor de Señores, para que guíe y cuide sus pasos. Nuestra pastora, Vanessa Torres, lo presentó, intercedió por él y sus progenitores; y predicó la Palabra.
«El Espíritu de Dios está sobre mi, Por cuanto me ha ungido para dar buenas dádivas a los pobres; Me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos; Y vista a los ciegos; poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor» (Lucas 4:18-19)
Jesús vino «por ti y por mi, que éramos pobres de espíritu; Dios lo ungió para salvarnos a nosotros». «Él restaura nuestras vidas por completo». «Él vino a curar, a restaurar y a sanar nuestras vidas quebrantadas», exclamó la pastora. «Ya podemos ver la vida con esperanza, pues ya no somos cautivos; Él nos libertó», continuó. «Vino a dar vista al ciego, al ciego de la verdad de Dios». «Él abre nuestros ojos para ver a Cristo, para poder ser transformados», indicó Torres. «Dios coloca para cada hombre y para cada mujer una oportunidad, que se convierte en el año agradable del Señor».
Luego de tan extraordinaria palabra, vidas vinieron a los pies del Señor. Jóvenes y adultos fueron rescatados del poder del pecado y de muerte, y llegó a sus vidas la salvación. Seguido de esto, oramos por nuestro hermanos, conociendo que la oración tiene poder, y que el oído del Señor está presto a escuchar a los que le aman. Oramos y fuimos despedidos con gozo.
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