Después de una poderosa ministración donde Dios salvó, sanó, libertó y restauró, la Pastora Iris N. Torres Padilla expuso la palabra tomando como base Hechos 1.

 

Uno de los eventos más significativos en la historia ocurrió hace 2000 años atrás, 50 días después de la resurrección de Jesús. Los judíos celebraban las fiestas de las semanas; que luego fue llamada la Fiesta de Pentecostés. Luego de que Cristo resucita, se le aparece a varias personas, incluyendo a sus discípulos, y les dio una instrucción: “no se vayan de Jerusalén hasta que sean revestidos del poder del Espíritu Santo» (v. 4).

 

«La Biblia dice que el obedecer es mejor que los sacrificios. Si hay algo que le gusta a Dios, es la obediencia. Muchos de los problemas que le ocurren al ser humano, le acontecen por desobedecer a Dios», explicó la pastora. Los discípulos hicieron caso a lo que Jesús les dijo y no se movieron hasta que se cumplió lo que les prometió. 500 personas entraron y, mientras pasaba el tiempo, se desanimaban y se iban. Todos comenzaron con mucha energía y entusiasmo, hasta que se cansaron; como le pasa a muchas personas. «La diferencia entre un cristiano maduro y uno inmaduro es que uno sale corriendo y el otro se queda en el lugar hasta que se muera. De los 500 solo se quedaron 120», continuó.

 

«¿Qué puede ser más importante que Dios? Llega hasta la casa del Señor y no te olvides que Dios es primero. Puede que ese día que faltes sea el día que El escogió para realizar un milagro a tu favor. Llega a la casa de Dios con expectativa; como los discípulos, que no habían visto nada, pero aun así permanecieron. Es necesario mantenerse firme aunque no se vea nada. Aunque no lo veas, Dios está trabajando a tu favor», finalizó la pastora.

 

¿Qué ocurrió con los otros 120? Y de repente…

¡Mi casa, es la casa de todos!