La mañana del 13 de noviembre, como cualquier otro domingo, nos congregamos a adorar al único nombre que merece toda alabanza y adoración. La Pastora Iris Nanette Torres estuvo a cargo del mensaje acerca del quebrantamiento utilizando Jeremías 18:2-6 como texto base. Comenzó definiendo el quebrantamiento como: ser destrozados, momento en que todo parece perder sentido, y angustia que no se consuela. Prosiguió a establecer la idea principal de este sermón: “sin quebrantamiento, NO hay bendición”. Es decir, la bendición es el fruto y la consecuencia del quebrantamiento.

La Biblia, al igual que a veces nos sirve de consuelo, es también un espejo que nos guía en nuestro proceso de quebrantamiento, el cual es el único proceso de purificación. “Solo después del quebrantamiento veremos la vida de otra forma”. Pero usted se preguntará, ¿por qué yo tengo que ser quebrantado, si yo no le hago daño a nadie y voy los domingos a la iglesia? La respuesta es sencilla: tenemos que ser quebrantados porque Cristo fue quebrantado hasta lo sumo y no somos mejores que Dios. Debemos rendirnos completamente a él, así eso conlleve quebrantamiento. “Nadie que no sea quebrantado irá al cielo”. El quebrantamiento es el proceso para que puedas estar con él el resto de la eternidad. La buena noticia es que tu quebrantamiento tiene fecha de inicio y final.

Dios no te dejará caído. La historia de Job nos demuestra que Dios jamás permitirá que el quebrantamiento toque tu espíritu, porque tu alma y la mía tienen dueño. Finalmente, ¿cuál es el motivo del quebrantamiento? El inmenso amor del Señor, que quiere bendecirnos. Algo dentro de nosotros tiene que morir para que empiece la vida (Juan 12:24).

Ven, acércate al único que puede saciar tu sed. Llega hasta su casa.

 

Por: Julio Cedeño