Hoy, nuestro principal propósito será examinar la Sociedad de Jóvenes Luces de Sion, estudiando tres conceptos: sociedad, luz y Sion

  • ¿Conocemos la identidad que Dios nos ha dado?
  • ¿Sabemos quiénes somos?
  • ¿Identificamos donde Dios nos puso?

El árbol es un todo y no puede subsistir sin sus raíces, el tronco o la copa.  Así mismo es una sociedad, ya que necesita esa interrelación de todas sus partes para garantizar la supervivencia.  Una sociedad describe a un grupo de individuos, marcados por una costumbre, creencias y criterios compartidos que condicionan su estilo de vida, relacionados entre sí en el marco de la comunidad.  Cuando se establece una sociedad, lo primero que busca es una identidad, un sentido de respeto y un fin en particular.  Por otra parte, la luz, como se ha discutido en escritos anteriores, disipa las tinieblas, pero en este caso añadiremos que puede hacer cambios en las propiedades del cuerpo (como, por ejemplo, el cambio de color que sufre un papel al ser colocado frente a la luz), por lo tanto, transforma.  Por último, Sion, lo que significa es fortaleza, ciudad de Dios, ciudad de David, los puros de corazón.  También es descrita como bella colina, la alegría de toda la Tierra, la ciudad del gran Rey (Salmos 48:2), portadora de buenas noticias (Isaías 40:9) y piedra escogida (1 Pedro 2:6).

Somos un grupo de individuos de distintos trasfondos, marcados por el amor de Cristo.  Jóvenes que decidimos ser agentes de cambio para este tiempo.  Hemos conocido la verdad, somos hijos de un Padre Eterno y somos lo que Él ya vió.  Como hijos, buscamos ser como él y menos como nosotros, somos un todo, asentados sobre la piedra angular, y estamos listos para proclamar que aquí está Dios.  Como sociedad tenemos un fin y un propósito, y nuestra visión está bajo la misma dirección del ángel de la iglesia, nuestra Pastora, y es llenar la casa. Es evangelizar, alcanzar los jóvenes de este tiempo, transformar las vidas y buscar al que ya no está, a los hijos pródigos que se fueron del redil.  Vivimos para compartir lo que ya recibimos, sabiendo que las situaciones de los demás no siempre van a estar explícitas, ni visibles a simple vista, sino que en medio de cualquier conversación o compartir provocaremos el hablar de Cristo, pues nunca sabemos quién nos está escuchando, ni quién nos está viendo, pero de igual manera la palabra de Dios está haciendo eco en ellos.

Reconocemos que, ¡Somos la luz que alumbra al mundo, y que, a través de esa luz, el mundo conocerá a nuestro Padre Celestial!