Pasajes a considerar: Isaías 53:5-8; Lucas 24:27; 44-47
En la clase del 27 de abril de 2014, nuestra maestra, Esperanza Collazo, nos trajo el tema: «Mayor entendimiento». En el tercer piso de nuestra iglesia, procedimos a estudiar la Palabra de Dios, enfocándonos en la importancia de indagar en la Biblia y dejar que esta nos hable. Así como Jesús se lo hizo saber a sus discípulos, cuando iban en dirección hacia Emaús, así también nos lo hace saber en este día: que debemos tener mayor entendimiento, y esto no de vosotros, sino de Dios cuando nos disponemos a aprender más de Él.
«El siervo sufriente descrito en Isaías corresponde a Jesús de Nazaret, quien sufrió como víctima inocente amando, perdonando, afirmando la verdad, la justicia y el bien»; nos enseñó nuestra maestra, Collazo. Siglos antes, Isaías describe al pie de la letra el sufrimiento padecido por nuestro Señor por amor a nosotros. No debemos olvidar que cuando pasamos por momentos difíciles y sufrimos dolor, algo natural de nuestra vida humana, Jesús sufrió más aun; y sin queja, enmudecido en sometimiento y en condición de siervo. «Nuestro sufrimiento nunca se comparará con el sufrimiento del Señor», prorrumpió.
El enmudecer no es fácil cuando somos víctimas de una ofensa o afrenta. ¡Cuán difiícil es! Pero, Jesús, nuestro ejemplo a seguir, mientras fue torturado en ese largo proceso que culminó en el Gólgota, no abrió su boca, permaneció quedo, sin quejido, como cordero manso que aceptaba su sacrificio. ¡Qué extraordinario! Siendo Dios, de linaje divino, vino a la tierra y «se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:8). Pero al tercer día, Él se levantó.
Los discípulos, abatidos por la desesperanza, no pudieron comprender lo que se había escrito tanto tiempo atrás acerca de su maestro, que ya había resucitado. Pero, el Señor les abrió el entendimiento.
Sin embargo, sus discípulos no entendieron las profecías mesiánicas (tal como la de Isaías mencionada anteriormente): de que había de morir, pero que también era inminente su resurrección. Cuando caminaban dos de ellos por el camino que dirigía hacia Emaús, el Maestro se les apareció. No obstante, no sabían que quien les acompañaba a su lado era el resucitado victorioso. «Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de Él decían» (Lucas 24:27). «Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras» (Lucas 24:44).
En ocasiones, nuestro entendimiento es nublado por situaciones que enfrentamos. Los discípulos, abatidos por la desesperanza, no pudieron comprender lo que se había escrito tanto tiempo atrás acerca de su maestro, que ya había resucitado. Pero, el Señor les abrió el entendimiento. Es necesaria la intervención de nuestro Maestro para que podamos aprender más de Él a través de Su Palabra. Pues si Él inspiró el libro, ¿por qué no pedirle al autor que nos ilumine y que Él mismo nos enseñe mientras nos sentamos atentos a sus pies? Es necesario dejar que el Espíritu nos dirija en nuestra lectura devocional, para que podamos entender y aprender más de quién es Jesús, el Mesías; el cumplimiento de las Escrituras.
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