“Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán,
Y confiarán en Jehová. Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza,
Y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira. Has aumentado, oh Jehová Dios mío, tus maravillas; Y tus pensamientos para con nosotros, No es posible contarlos ante ti. Si yo anunciare y hablare de ellos, No pueden ser enumerados.” (Salmos 40:1-5)
La paciencia es una virtud poco amada por la gente. La paciencia, además de ser un fruto del Espíritu, es el resultado de procesos de quebrantamiento. Los seres humanos desesperados aprenden a esperar y, aunque la espera desespera, provoca en nosotros paciencia. La paciencia es una de las cualidades más extraordinarias, porque cuando soy paciente en Dios, Él se inclina a mí y oye mi clamor.
No siempre Dios contestará tus preguntas, Iglesia amada. Hay cosas que Dios no te va a contestar. Hay peticiones que Él no te va a conceder, y habrá veces que su respuesta será: «No». En esos momentos que sientes que el cielo se cierra, y que las circunstancias te colocan contra la pared: pacientemente espera a Jehová. Esto no se trata de ser super hombre, ni super mujeres, porque todo Cristiano que ame a Dios en sus procesos se desespera.
Cuando decidimos esperar, es cuando somos capaces de decirle a nuestra alma: “vuelve a tu reposo.” Cuando utilizamos la Palabra para calmar nuestra ansiedad, cuando nos encerramos en la habitación de nuestro corazón y en silencio esperamos la respuesta de Dios, Él se inclina y oye nuestro clamor. Fíjese, que en el versículo 1 no dice que contestó la oración, sino que se inclinó y la escuchó. Hay veces que pensamos que las respuestas de Dios son como los servicarros, en el mundo espiritual las cosas no son así. Es necesario pacientemente esperar a Jehová.
Decide decirle a tu alma: “Espera. No lo puedo entender, pero espera. Confía.” Cuando Dios se inclina y escuha, lo primero que te da no son cosas materiales (v.2) «Me sacó del pozo de la desesperación». Me sacó de esos intentos fallidos de resolver mis problemas con mis propias herramientas, eso es un lodo senagozo. Ahora, ¿cómo se cura la desesperación?, ¿cuál es la roca sobre la cual tu vida y la mía deben estar cimentadas? Esa roca es Cristo. De momento usted ve una luz donde no había luz, una puerta donde no había puerta. Pero, como ya no estás desesperado porque haz esperado con paciencia, no sales corriendo, sino que te quedas quieto para ver lo que la mano de Dios hará. Entonces entramos al v.3: «puso en mi boca cántico nuevo». Nadie canta hasta que ha llegado la desesperación, pues esta produce inspiración.
Dios está en medio de nosotros, con todo el poder para hacer de lo imposible posible. El canto espiritual es el fruto de un corazón agradecido y contento. Permite que el pensamiento que te esclaviza deje de girar en torno a ti, piensa y analiza: ¿cómo en medio de este proceso puedo ayudar a otros? Confía en el Señor y espera con paciencia.
-Pastora Iris N. Torres Padilla
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