Esta noche estamos de fiesta. Hoy celebramos los 100 años de Pentecostés en Puerto Rico y el cierre del Mes de la Unción en la casa. Después de la adoración por parte del ministerio Tsarach en el devocional, nos acompañó en los especiales el grupo Nación Santa. Hoy se repartió el aceite de la santa unción a los presentes para cumplir lo que estableció Moisés en el capítulo 30 del libro de Éxodo.
La exposición de la palabra estuvo a cargo de la pastora Iris N. Torres Padilla, quien narró la historia del pentecostalismo a nivel mundial. El avivamiento que concierne a Puerto Rico comenzó en la calle Azuza 312 y es conocido como uno de los eventos más importantes en Puerto Rico durante el Siglo XX y uno de los 100 primeros eventos trascendentales mundiales. A raíz de este despertar espiritual comenzó un mover alrededor de diferentes países que pedían a Dios una nueva experiencia con él. La prensa de aquel momento se enteró de un grupo de personas que estaban buscando a Dios y comenzaron a escribir sobre lo que ocurría. Se comenzaron a celebrar cultos que no querían acabar; las personas no querían irse. Hubo unidad racial, ya que todos estaban en el mismo nivel. En aquel momento, había unción de Dios aunque no existía pulpito; no se exaltaba la figura de los líderes, sino al Espíritu Santo. ¡¿Qué mejor instrumento que las cuerdas vocales de aquellos para adorar a Dios?!
Este avivamiento tuvo muchos efectos, entre los cuales estuvieron el rompimiento de barreras sociales y más libertad para las mujeres. Comenzó la pasión por el evangelismo y el campo misionero. Posteriormente, hubo otros efectos como las conversiones del pasado siglo, la unidad del cuerpo de Cristo. En este tiempo necesitamos un avivamiento. Para que ocurra el avivamiento que tanto se espera, debemos buscar profundamente la llenura del Espíritu Santo de Dios. El reto de la iglesia de este siglo es mayor que el de la iglesia del pasado siglo. La única herramienta que puede cambiar el curso de Puerto Rico es un avivamiento. Para poder recibir la promesa del Espíritu Santo, debemos reconocer que el único grande es Cristo. Un verdadero avivamiento sale de las cuatro paredes de la iglesia y evita las divisiones.
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