Jeremías vivió unos tiempos de gran inestabilidad. Amenazas de potencias con ambiciones imperiales, problemas internos de su nación y una lucha personal contra un llamado al cual no quería responder. Narrando esta historia, junto a nuestro maestro Falcón, nos dispusimos a aprender de este gran profeta. Utilizamos como partida Jeremías 30:1-3; 18-22; y de referencia la revista trimestral, El Discípulo.

Como se había dicho anteriormente, el momento en que Jeremías ejercía su ministerio no era el más favorable. «El reino de Israel ya había sido conquistado por los asirios. Era un tiempo muy difícil, con amenazas de ser conquistados (esta vez por los babilonios)», enseñó Falcón. Para añadirle más al ya tenso panorama, el pueblo de Dios estaba en pecado. Se habían tornado a la idolatría, entre otros pecados que permeaban entre ellos. Ante estas circunstancias Dios llama a Jeremías a que abra su boca en representación de Él. «Dios le dió un mensaje de juicio y de ira porque no hacían lo que a Dios le agradaba», explicó. Jeremías sufría agravios y escarnecimientos por parte del pueblo, que repudiaba sus palabras. Y «Jeremías no quería ser voz de Dios». El mensaje era claro: habían de ser asediados y conquistados exitosamente, pero Dios les prometió liberación y restauración.

Si Dios cumplió la promesa del Antiguo Testamento, ¿cumplirá su promesa para con nosotros?

«En toda tormenta que ocurre en nuestra vida, Dios está», explicó Falcón, comparando los problemas que le acontecían a Israel, y los nuestros. Dios prometió estar, y estará. «Somos de Él. Somos de Dios siempre», añadió. Nos instruyó el maestro: «las promesas que Dios hace a Israel son fundamentalmente terrenales, mientras que a nosotros, la iglesia, son espirituales». «Todas la cosas que Dios hace para con nosotros obran para bien», dijo. «Toda promesa guarda en sí misma una esperanza. Y el justo por la fe vivirá; por fe miramos las promesas de Dios esperando que se han de cumplir», exclamó. En medio de una circunstancia como la que le pasó a Israel, es difícil ver salida, pero: «Él hace la promesa para que tengamos esperanza y confiemos en Él». «Tenemos la esperanza de ser libertados», así como Dios libertó, cumpliendo Su palabra, a Su pueblo. «Si Dios cumplió la promesa del Antiguo Testamento, ¿cumplirá su promesa para con nosotros?», concluyó. No hay duda; Dios es inmutable, siempre verdadero.

Amado hermano, le esperamos todos los domingos en la Iglesia de Jesucristo El Caballero de la Cruz, a las 9:30am, en la Escuela Dominical: la espina dorsal de la Iglesia.

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