La carrera de la fe, la carrera del cristiano, no es como la que conocemos comúnmente. Su fin no es premiar al que primero logre alcanzar la meta, tampoco es medir el tiempo en que le toma llegar a la misma. Esta es una carrera de resistencia, de perseverancia. Y al contrario de las carreras a las que estamos acostumbrados, tenemos un Ayudador que nos sustenta, nos alienta y trabaja con nosotros en la pista de la vida. «Esta carrera nos hace más fuertes con sus caídas, cortadas y heridas; pero nos ayuda el Ayudador», exclamó pastora Vanessa. Dios ha provisto lo necesario para que triunfemos en esta carrera. Lo que necesitamos hacer es crecer y poner nuestra confianza en Él, que nuestra fe aumente.

La relación con Dios es la clave para sobrellevar los obstáculos que nos presenta este camino. Esta nos proporciona el conocimiento de un Dios personal que desea ser conocido. «Mientras más conoces a Dios, más tu fe aumenta. La fe va a venir a través de una relación con Dios», explicó Torres. Mientras más fe tengamos, más confianza tendremos en Él y, por ende, correremos esta carrera con mayor certeza porque conocemos quién nos acompaña.

“La importancia de esta carrera es la perseverancia y ser constante; la velocidad no es importante”, enfatizó. La rapidez con que corras no determinará tu éxito. Puede que en ocasiones sea más conveniente ir a un paso más pausado para no tropezar con obstáculos imprevistos. La dirección de su Espíritu será nuestra guía, nos instruirá por la senda y nos advertirá de los peligros venideros. Debemos estar atentos a su voz mediante la fe.  “El propósito final de la fe es llevarnos al cielo. La fe es una garantía de sus promesas”.

Tu relación con Dios es fundamental en esta carrera: cultívala. “Si no tienes una relación, no conoces a Dios”. El conocerlo traerá fe con la cual podemos ser dirigidos por Él.

 

Mi Casa es. . . la Casa de Todos