¿Sabes que las personas te observan? Eres un punto focal. Miran como te conduces, como hablas y como te comportas. Indagan en tus intenciones; velan cada paso. No es que te sigan agentes de la FBI, ni la CIA, sino que eres cristiano. Por cuanto eres cristiano, los que te rodean, en tu casa, en tu trabajo, en la universidad, en la escuela, en tu círculo de amistades, etc., examinarán tu retórica con tu práctica. Buscan si hay verdad en ti.
Y te podrás preguntar, ¿qué crimen es este de ser cristiano que tenga que sufrir el grillete ocular de los demás? Lo cierto es que al cristiano lo rigen normas éticas y morales (“amarás a tu Dios sobre todas las cosas. . .”) y la sociedad es consciente de ello. Por tanto esperan que estés a la altura de ellas. Sin embargo, también es igual de cierto que seguimos siendo humanos, y somos propensos a fallar. Pero a diferencia de otros, somos llamados, y nos impele nuestro amor a Dios y al prójimo, el rectificarnos (arrepentirnos, perdonar, pedir perdón, reconocer).
En una ocasión, relata Pablo en su epístola a los Gálatas, que Pedro (apóstol y discípulo de Jesús) vivía la vida que el evangelio de Jesucristo enseñaba. Pedro predicaba la libertad que nos brinda Jesús y lo vivía, pues compartía con gentiles (no judíos) y judíos sin distinción, sin acepción de personas (el judaísmo hacía distinción entre judíos y gentiles, pero el evangelio hace a todos iguales). En una ocasión, continúa narrando Pablo, al Pedro verse ante la presencia de otros judíos se sintió incómodo, presionado, y comenzó a distanciarse de los gentiles. Su influencia era tal que otros judíos que vivían la libertad del evangelio lo siguieron en su hipocresía, y aun Bernabé, compañero fiel de Pablo fue movido a hacer lo mismo. Pablo, molesto, confrontó su simulación “porque era de condenar” (Gálatas 2:11-14).
Ocasiones como esta que narra Pablo son las que podemos enfrentar (si es que ya no la hemos enfrentado) y nos pondrán a prueba. En ese momento es que todos observarán cómo actuamos y si nos valemos de nuestros principios o los renunciamos por un momento. Pedro optó mal, se dejó llevar por la presión y faltó al evangelio que predicaba. Por ello, Pablo lo reprendió. Necesitamos saber que Dios nos llamó a ser íntegros y a presentar dignamente el evangelio, sabiendo que otros desean ver a Dios a través de nosotros. Muchos quieren ver un ejemplo verdadero, y esa persona lo eres tú. Seamos verdaderos siempre y cuidémonos de la hipocresía.
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