Al liberar al pueblo de Israel de las manos del imperio egipcio, Dios estableció un pacto con ellos. Este acontecimiento de liberación se constituyó en la gran obra que Dios realizó para con su pueblo. Él los tomó para sí y les dio leyes para seguirlas, producto de su nuevo pacto. Ellos (Israel) serán su pueblo y Yavé su Dios.
Debían cumplir con las ordenanzas proporcionadas por Dios, y una vez al año ofrecer sacrificio para la expiación de los pecados. Desde la caída del hombre (el pecado de Adán y Eva) la humanidad ha concebido la naturaleza pecaminosa; es esa inclinación al pecado por naturaleza. Dios, en su amor, se vio movido a restaurar la humanidad pactando con un pueblo que escogió, por medio del cual vendría el Cristo, mediador entre Dios y los hombres.
Dios dispuso que este Cristo y su obra redentora en la cruz (redimirnos de la expiación necesaria que demandaba nuestra iniquidad; que nos era imposible satisfacer) sería el nuevo pacto, más grandioso que el de la liberación de Israel de Egipto. Este sería el cumplimento de profecías más antiguas, hechas por Dios desde el Edén hasta Abraham: en el que Dios dijo que vencería al enemigo y que por la simiente de Abraham serían benditas las naciones del mundo. Cristo es el mediador de un nuevo pacto que nos da libre entrada a la presencia de Dios y arrebata de las manos del maligno su hegemonía. ¡Gloria al Señor, nuestro Redentor!
Amado hermano, le esperamos en nuestra Escuela Bíblica, la espina dorsal de la iglesia, todos los domingos de 9:30-10:45am.
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