Después de un momento de ministración al pueblo de Dios que se dio cita a nuestro Culto al Altísimo nocturno, la pastora Iris N. Torres Padilla dio comienzo a la predicación de esta noche tomando como base bíblica Jueces 13.

En esta porción se registra que Dios le da unas instrucciones a la esposa de Manoa. Ella era estéril, por lo que nunca había tenido hijos. Dios le prometió que le daría un niño que sería Nazareo; separado por Dios. Luego de recibir las instrucciones, la mujer le comentó a su esposo lo que había ocurrido.

«Cuando no soy capaz de controlar mis impulsos para someterme a Dios no soy digno de llamarme hijo de Dios»

Sansón no podía nacer; aun así Dios hace de lo imposible, posible. Las instrucciones fueron claras: no cortarse el cabello, no tomar vino, no tocar personas muertas, ni juntarse con mujeres paganas. La promesa fue cumplida, el niño nació y se llamó Sansón. De joven, Sansón hacia cosas que los jóvenes normales no podían hacer; creció con una fuerza diferente. Sobre Sansón estaba la gracia de Dios. Sin embargo, Sansón tomaba mucho y su debilidad eran las mujeres. «El problema no era que le gustaran las mujeres, sino que le gustaban las de otra nación. A veces pensamos que Dios es ciego y tonto, y se nos olvida que ‘el que creó el ojo lo ve todo y el que creó la boca habla’. No hay lugar en la tierra donde nos podamos esconder», explicó la pastora.

«Cuando mi propósito de adoración es trastocado, mi relación con Dios es perdida»

«Cuando no soy capaz de controlar mis impulsos para someterme a Dios, no soy digno de llamarme su hijo», exclamó. «Servir a Dios duele y cuesta. El precio es alto y se quedan marcas en nuestro cuerpo y en nuestros escudos. Al cristiano le gusta predicar un evangelio fácil, uno sin cruz; pero se les olvida que en el evangelio también se vive estrechez, dolor y sufrimiento», continuó. «Sansón era muy similar al cristiano del siglo XXI puertorriqueño. Cuando mi propósito de adoración es trastocado, mi relación con Dios es perdida. Un día llegó Dalila a la vida de Sansón. Este le quitó importancia a las exigencias de Dios y se infatuó con ella. En medio de una locura, le reveló su secreto a Dalila, quien había sido comprada por los filisteos», explicó.

«…Cuidado con tus alianzas…»

 Tanto insistió Dalila, que marcó el corazón de Sansón, y este pensó que podía confiar en ella. «Cuidado con tus alianzas y con las personas que consultas, consulta a Dios y todo preséntalo en el altar», advirtió la pastora. Al revelarle el secreto, Sansón fue vencido y llevado por los filisteos al calabozo donde le arrancaron los ojos. «Lo amarraron a una rueda que molía el grano; la gente se burlaba de aquel hombre que en un momento fue admirado por muchos, pero pasó a ser un ‘guiñapo humano’”, continuó.

En medio de este proceso, Sansón volvió a Dios y se arrepintió. Los registros sagrados no especifican cuál fue su proceso con Dios, pero sí cuentan que en medio de la fiesta a los dioses paganos, mientras Sansón estaba amarrado a las columnas del templo, Dios volvió a verlo y le devolvió su fuerza. Sansón no le importó morir ni derrumbar el templo, él reconoció que Dios era su única fuerza y terminó con la cantidad de filisteos que jamás había hecho antes. La Biblia lo llama héroe de la fe ya que en medio de su crisis entendió que no había otra cosa que volver a Dios.

«¿Por qué hay que estar amarrado a dos columnas para buscar a Dios cuando Él te llama en esta noche?», culminó la pastora.

 

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