Pasaje a considerar: 2 Samuel 7: 4-16

     En la clase del 2 de marzo de 2014, nuestro maestro, el Pastor Javier Negrón, expuso la clase: «Un cambio de planes». La misma toma como partida el caso de David y su arduo deseo de construir una casa para el Arca del Pacto. (Punto curioso: el Arca representaba la garantía de que Dios estaba en medio y a favor del pueblo de Israel). David, en su determinación, buscó la dirección del profeta Natán, quien ilusionado con la idea, no consultó a Dios y dio visto bueno a la edificación.

     El mero hecho de que David quisiera construir una habitación para el arca no resulta un problema. En todo caso, resalta su devoción y humildad cuando dice al profeta: «Mira ahora, yo habito en casa de cedro, y el Arca de Dios está entre cortinas» (2 Samuel 7:2). David contrasta su morada de monarca con la morada del Arca. No podía concebir que un hombre pudiera tener mejor hogar que aquello que representaba la garantía de la presencia de Dios. Por tanto, se dirige al profeta buscando afirmación. Natán el profeta, sin consultar previamente con el Señor, le contesta: «Anda, y haz todo lo que está en tu corazón, porque Jehová está contigo» (2 Samuel 7:3). El profeta, entusiasmado con tan extraordinaria idea, accede e involucra a Dios en el asunto, sin que haya habido intervención de Él.

[quote align=»center» color=»#FF2C00″]No necesariamente las buenas intenciones están alineadas a la voluntad de Dios.[/quote]

     «No necesariamente las buenas intenciones con adornos espirituales son planes espirituales que están alineados a la voluntad de Dios», exclamó nuestro maestro, Negrón. A simple vista, la intención del rey David parecería loable y digna. Y no tan solo él, sino que para los ojos del profeta fue lógico y deseable. Pero, ¿cuál era la postura del Señor en el asunto? Ese fue precisamente el error en el que incurrieron: el no indagar cuál era la voluntad de Dios. Como consecuencia, Dios interviene y le dice al profeta que le diga a David, que no sería él quien construiría hogar para el arca. Dios cambió el plan del hombre e impuso el suyo, pues es soberano.

     En nuestras vidas tenemos muchas metas, proyecciones futuras, cosas que anhelamos alcanzar y hacer. Nos ilusionamos, como David y Natán, con ideas extraordinarias; que en todo caso pudieran parecer avaladas por el favor de Dios. Muchas de ellas, sin duda alguna, son empresas bien intencionadas e, incluso, de índole espiritual. Sin embargo, el hecho de que sean buenas no quiere decir necesariamente que provienen de Dios, o que son respaldadas por su voluntad.

     Nosotros como cristianos debemos emular la figura de nuestro Señor Jesucristo. Este, siendo Dios, se sometió a la voluntad del Padre desde el comienzo hasta el fin de su ministerio. Incluso, en el huerto de Getsemaní, justo antes de que comenzara la peregrinación a la cruz, dijo: «Padre, si quieres líbrame de este trago amargo; pero no se haga mi voluntad sino la tuya» (Lucas 22:42). Jesús reconoció la soberanía de Dios sobre su vida. Y si así lo hizo nuestro Señor, ¿cuánto más nosotros?

En resumidas cuentas, en todo lo que hagamos, en nuestras metas y cumplidos futuros, procedamos a buscar su voluntad, sabiendo que Él es omnisciente y conoce lo que es mejor para nosotros.

 

[quote align=»center» color=»#FF2C00″]Mi Casa Es Casa de Todos…[/quote]