Nicodemo al tener un encuentro con Cristo, le fue dicho que debía nacer de nuevo. El nuevo nacimiento no es solo para judíos, sino para todos nosotros. Hoy estamos frente a la cruz de un salvador, no de un hombre común. Hijo de un Dios que aparejó un cuerpo para que Él nos pudiese dar vida por medio de su muerte y resurrección. El día en que le conocimos nacimos de nuevo, cuando su palabra fue depositada. Hoy, nosotros somos testigos del poder de Dios y de lo que él puede hacer en la vida de los hombres. Su sangre fluye para perdón de pecados y la muerte ya no lo puede detener.
Los romanos estaban plenamente convencidos de que el mensaje del Nazareno sería extinto si lograban acabar con su líder, pero no fue así. El testimonio de cada una de las personas que fueron impactadas por el maestro, fue capaz de redargüir y convencer a aquellos que aún no le habían conocido. María Magdalena, el hombre de Cirene, su madre María, Juan, son solo una muestra del poder de transformación. “Él, demonios sacó de mí, libre soy”, exclamó María Magdalena. “En su nombre, un paralítico fue sano al yo enviar la palabra”, dijo Juan. “En mi vientre llevé al salvador del Mundo”, decía María, compartiendo su regocijo junto a su prima Elizabeth. Cada uno de ellos compartió lo que Jesús hizo en sus vidas. ¿Ahora bien, estás siendo portador de la Buenas Nuevas?
La sangre de Cristo preparó un camino nuevo para darnos esperanza, un camino nuevo en el cielo donde pasaremos el resto de la eternidad con Cristo. No lo busques entre los muertos, su tumba está vacía. Permite un encuentro con Jesús para transformar tu vida. Que su amor te alcance y traiga sanidad. Acéptalo, y dile a otros lo que ha hecho contigo. Esa cruz y esa tumba vacía representan la victoria de Jesús sobre la muerte.
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