De vez en cuando es necesario empezar de nuevo. Nos llenamos tanto que ya no somos capaces de resistir el peso o la carga sobre nuestros hombros.  ¿Cuántas veces no le hemos dado un “reset” a nuestro celular por falta de memoria?  Lo mismo sucede en la vida espiritual de cada creyente.  A Josué le llegó su hora.  Le tocaba ser valiente, le tocaba ser quien dirigiese al pueblo de Dios, pues Moisés había muerto (Josué 1: 4-5).  Josué debía desprenderse de su antiguo rol para asumir el de líder. Era necesario un “reset” que le ayudara a deshacerse de una carga y cumplir con su función.

El “reset” nos permite solidificar nuestros cimientos y nos ayuda a despojarnos de lo que nos detiene.  La adoración, que viene de la gratitud, es el medio por el cual damos ese reinicio, al igual que el humillarnos delante del Padre. En aquel entonces, el pueblo comenzaba de nuevo a través de la ofrenda que ofrecía el sacerdote en el tabernáculo, pero en la actualidad disfrutamos de un libre acceso. Nosotros venimos a ser la mejor ofrenda sin intermediario alguno. Para ello debemos asegurarnos de que el altar esté edificado y esto solo lo conseguimos manteniendo una estrecha relación con Él. Una relación de todos los días. Una vez le conocemos, procedemos a adorarle con la mente correcta y con el enfoque correcto.