Tener hijos, además de ser una experiencia gratificante y llena de alegría, es una responsabilidad. Entre las responsabilidades que tenemos está el llevarlos a la iglesia. La palabra de Dios es la clave para una vida VIVA y COMPLETA.

«¿Qué hacemos? ¿Cómo lo hacemos? ¿Qué les decimos?»
Estas son preguntas que nos formulamos al desear que nuestros hijos amen a Dios tanto como es necesario. Entrando un poco más en este tema, ¿qué podemos o no podemos hacer para que esto ocurra?

Primera Recomendación: No obligar, solo recomendar e instruir.
Aunque la frustración y el deseo toquen a la puerta de tu corazón deseando que tu hijo se instruya en la Palabra de Dios, debemos recordar que Dios no obliga a nadie. Antes de obligarlo, háblale de los beneficios extraordinarios que tenemos al asistir a la iglesia. Enseña; es importante la formación. «Estas palabras que Yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes». Deuteronomio 6:6-7 

Segunda Recomendación: Ora
Parece ser sencillo, pero es de suma importancia. El entregarle tus hijos a Dios es la mayor clave para que se acerquen a Dios y permanezcan firmes en Él. «Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo, no se apartará de él». Proverbios 22:6

Tercera Recomendación: Habla de tu experiencia: testimonio, vivencia.
Diles que a ti, Él te ha hecho bien. Cuenta las cosas que ha trabajado en ti. Habla de TU EXPERIENCIA. Más que palabras, nuestros niños ven quiénes somos, cómo actuamos, y qué cosas hacemos. Déjales ver que Dios mora en tu corazón. Tú también vive aquello que le deseas instruir. «Pondréis estas Mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma […] Las enseñaréis a vuestros hijos». Deuteronomio 11:18,19
Ora. Vive. Instruye. Ama. Habla.