“¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31)

En la mañana gloriosa del domingo 14 de agosto, tuvimos a bien la oportunidad de reunirnos como un solo cuerpo para clamar, y orar por las cosas que Dios había puesto en el corazón de nuestra pastora Iris N. Torres. De esta manera dimos comienzo, a lo que fue nuestro ayuno congregacional.

Varios de nuestros ministerios participaron del mismo, exponiendo sus talentos para nuestro Dios. También como parte del ayuno, nuestros líderes y pastores del concilio hicieron mención sobre varios temas que en la actualidad afectan de una manera u otra al país. Temas tales como: la enfermedad, la familia, la juventud, los niños, economía; entre otros.

Sabemos al Dios que le servimos, sabemos que en su presencia obtenemos paz y que su paz sobrepasa todo entendimiento. Sabemos que al humillarnos delante de su trono, le decimos que sin su misericordia, y sin su cobertura no podemos continuar. Es necesario recalcar, que nuestro país está falto de Dios. Que lo único que puede cambiar nuestra nación es el poder restaurador de Cristo. Las situaciones sociales que abundan en nuestro país no determinan quienes somos.

Nuestras familias le pertenecen a Dios, nuestros niños le pertenecen a Dios, nuestra economía está en las manos de nuestro padre, las enfermedades no tienen el control de nuestras vidas, hay esperanza viva para nuestros jóvenes. No importando los eventos que ocurran a nuestro alrededor, la Biblia establece que somos más que vencedores.

 

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (…)¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? (…)Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 8: v. 28, 35, 38 y 39)