Después de un momento de adoración donde la iglesia levantaba las manos a aquel que es digno, todo poderoso y gritaba a gran voz: «Santo, Santo, Santo», dimos comienzo al Culto al Altísimo nocturno. Después de varios domingos hablando sobre el Salmo 23, hoy dimos por terminada la serie de predicaciones sobre este tema. En el versículo 6 establece que:

“Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová morare por largos días”

“Dios está lleno de gracia y le brinda a su pueblo lo que necesita. Misericordia es favor, gracia de Dios en acción. Al ser imperfectos, necesitamos misericordia; Dios hizo provisión porque a través de su gracia nos acercamos a Él. Cuando entendemos la gracia y la misericordia de Dios, podemos entender la sangre de Cristo, no para vivir de manera libertina, sino para entender cuán grande es el amor de Dios. Cuando ocurre algo negativo en nuestra vida, no debemos pensar que Dios se está desquitando con nosotros por algo que fue pagado en la cruz; esto se llama gracia y misericordia”, comenzó expresando la pastora Iris N. Torres Padilla.

Cuando entendemos la misericordia de Dios y que él también se encarga de nuestras faltas, no le tendremos miedo al futuro. Por encima de lo que tengamos que pasar, el favor, gracia y misericordia de Dios está sobre nosotros. Dios se encarga de reponer y arreglar lo que nosotros descomponemos, y David establece que esa misericordia nos seguirá todos los días. Él está aunque no lo veas, palpes o escuches, porque Dios no miente. El hombre y la mujer rompen promesas; juran amor eterno y luego no lo cumplen; hablan de fidelidad y no son fieles. Es por esto que no debes de esperar demasiado de las personas, porque contrario a las personas, Dios no falla.

Jesús guarda lo mejor siempre para el final. 2da Corintios 5:1 establece que algún día el cuerpo físico morirá, pero el alma no porque somos eternos. La muerte para el cristiano es una transferencia, es una promoción a cosas mejores donde no hay dolor, ni enfermedad ni problemas. El ser humano no está listo para vivir a menos que esté listo para morir. En el cielo seremos recompensados por la fidelidad a Cristo. El cielo es para todos, pero entrarán solo aquellos que lo hayan confesado a Cristo como Salvador, y nadie podrá arrebatarles de las manos de Dios. La tierra es una antesala, comparado con los años que cumplirás en la eternidad, sea en el cielo o en el infierno. Para poder ir al cielo, tu nombre debe de estar escrito en el Libro de la Vida y tus pecados perdonados. Esto solo se logra a través de Cristo.

Mi casa, es la casa de todos