El pasado domingo 10 de abril, continuamos con la cuarta parte del Salmo 23.
“Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.” (Salmo 23:4)

“¡Qué difícil es reconocer que necesitamos dirección!” dijo nuestra pastora Iris N. Torres. El orgullo no permite reconocer que necesitamos dirección. Cuánto trabajo nos da decir: “No sé qué hacer, no sé a donde ir. Pero iré al que lo sabe todo, iré donde mi Dios, donde mi pastor.” Las ovejas se extravían, pues ellas no tienen buen sentido de dirección, pero el pastor con paciencia las dirije a pastos tranquilos y seguros.

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” (Isaías 53:6) Por más que queramos, no podemos saber el futuro. Es inútil afanarnos pensando en el día de mañana, porque cada día que se nos da, trae sus propias situaciones. (Mateo 6:34)

Dios quiere ser tu guía, él quiere que dependas de él. El señor nunca nos deja sin respuesta, nunca nos deja confundidos. Sí nos dice que esperemos, que no tengamos prisa, y que continuemos caminando.

Pide fe, pide sabiduría; pero pídela creyendo (Santiago 1:5,6). Entiende que, la sabiduría, es ver la vida como Dios la ve. Es saber que cuando estamos en él, podremos discernir, y tomar las decisiones correctas. Es aprender a escuchar la voz de Dios. No es creer que ya sabes, ni tampoco ignorar las señales que le pediste a Dios. «Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia.  Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal.» (Proverbios 3:5-7)

¿Quieres que Dios te hable? Lee la Biblia. Conocerás lo que Dios pide de ti, y encontraras la sabiduría. Aprenderás a caminar en fe. Entonces, él cambiará tu llanto en gozo, y recibirás sanidad. “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.”(Isaías 26:3)

Él habla, escúchalo. Camina en paz. Ven, y acercate a él. Dios no se olvida de ti.

 

Por: Lisandra Y. Rodríguez