La oración cambia todo; transforma el ambiente. Iniciamos el Cutlo al Altísimo en intercesión, juntos adorando y orando al Señor. Nos reunimos en el pasillo del centro de nuestra iglesia en un mismo pensar y parecer. Al finalizar la oración, Tsuarach tomó el altar. Adoramos al Señor con todo el corazón. Él es merecedor de toda gloria y alabanza. Su presencia sublime nos inundó mientras le expresábamos nuestro agradecimiento. Una vez culminó el grupo de adoración, la pastora comenzó a predicar la poderosa Palabra del Señor, tomando como referencia Salmo 23:

«Nada destruye más el alma que la culpa. La culpa mata. Todos tenemos nuestras razones por la cual sentirnos culpables. Nos podemos alejarnos de ella. Nuestra conciencia nos culpa. Si entierro la culpa, la culpa resucita. Hacer la culpa pequeña tampoco funciona. Bajar los estándares de la vida, tampoco resolverá tu culpa. Podemos racionalizar la culpa. . . pero no hay forma de racionalizar nuestro pecado. Nuestro cerebro no está diseñado para mentir, según estudios neurológicos. Nos golpeamos a nosotros mismos autoflagelándonos pensando que tenemos que castigarnos. Puedes llegar a sentir depresión, sentirte fracasado», enseñó Torres.

«Nada de esto funciona. Solo entrégaselo al Señor. Por encima de ello, Jesucristo pagó por tu culpa; por los pecados que cometiste, cometes hoy y has de cometer. Ningún sicólogo puede librarte de la culpa, pues no tiene el poder para perdonar pecados. Cristo pagó; y él borra y olvida. ¿Qué debo hacer? Confía. Jesús dice: ‘Ven, ya pagué tu pecado, tu culpa, confía en mi’. Él limpia la culpa la primera vez que se lo pides. Si continúas pidiendo perdón le llamas a Dios mentiroso. Créele a Dios. 1) Acepta lo que no puedes cambiar 2) Quítale importancia y ora 3) Enfócate en lo que tienes. Cristo puede quitar tu culpa: Él se especializa en nuevos principios», finalizó.

 

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