En el Culto al Altísmo nocturno de ayer, 3 de mayo, celebramos el Día del pastor. Fue una noche especial y emotiva en la cual recordamos anécdotas que nos hicieron reír y llorar. En esta celebración también agradecimos a Dios por la vida de los pastores Roberto Aponte y María Isabel Nadal y por los pastores de las obras del Concilio de Iglesias El Caballero de la Cruz: Javier Negrón (Vega Baja), Felo Marrero (Cataño) y Edson Turiano (Paraguay), quienes estuvieron presentes durante esta actividad.

La noche comenzó con la participación de diversos ministerios de la casa como la Coral de Fe y Nube. Fuimos también bendecidos con la participación de José Morales Santos, miembro de la Iglesia de Jesucristo El Caballero de la Cruz de Vega Baja, quien nos deleitó interpretando una alabanza con su saxofón. La Coral de Fe también nos deleitó con sus voces celestiales, y finalmente se unieron a las voces del Grupo de Avivamiento, de Voces de Sion, y de Tsuarach junto con las danzas del Ministerio Horeb para todos juntos interpretar Yo te creo, alabanza muy amada por nuestros pastores.

Varios hermanos de diversas edades presentaron frutas y viandas en el altar, como símbolo de los frutos que el ministerio de nuestro pastor Rafael Torres Ortega ha segado en las diversas generaciones de esta casa. Luego, algunos hermanos presentaron testimonios en los cuales contaron sobre como nuestros pastores habían sido de bendición en diversos momentos difíciles en sus vidas. La hermana Kamills Ortiz, luego interpretó El jinete del caballo blanco, alabanza muy amada por nuestro pastor Rafael Torres Ortega.

La velada culminó con palabra de testimonio del joven Alfonso Peña, nieto de nuestro pastor Rafael Torres Ortega, quien contó como cada uno de nuestros pastores había sido de bendición a lo largo de toda su vida. Este contó que su abuelo, nuestro pastor, le había enseñado la verdadera esencia del evangelio, pero no desde un púlpito, sino en su vida diaria; en el amor que le brindó durante su crianza. Alfonso relató que, su tía; nuestra pastora, plantó en su corazón la semilla de la Palabra a través de sus prédicas. Este contó que, durante una de las predicaciones que nuestra pastora daba en la iglesia, sintió una inmensa curiosidad por saber quién era ese Caballero de la Cruz que había logrado que un hombre tan prominente como su abuelo le entregara toda su vida. Movido por la curiosidad de saber quién era ese Cristo, pasó al altar para aceptarle y permitirle que hiciera en su vida lo que había hecho con su abuelo y con su tía. Alfonso, entonces, culminó su discurso, instó a la congregación a llevar a cabo el propósito del evangelio: marcar alguna vida para bien. «No tienes que ser un gran predicador, sólo tienes que vivir el evangelio. Así marcarás una vida para siempre, tal como la mía fue marcada. Siembra la semilla y, a su tiempo, segará», culminó.

Agradecemos a Dios por la vida de nuestros pastores. Es un privilegio el ser pastoreados por hombres y mujeres reales e intachables.

 

Mi casa es la casa de todos.