Con la actitud correcta de la juventud que no se rinde dimos comienzo al Culto de este pasado viernes.
La palabra expuesta de la noche estuvo a cargo de Angélica Cartagena, una joven llena del poder de Dios, y nos habló acerca del Espíritu Santo. Jesús, antes de subir al cielo cuando resucitó, les dijo dos cosas a sus discípulos… la primera era que nosotros, su pueblo, en su nombre íbamos a hacer cosas mayor aun de las que el hizo y la segunda, que dejaría un Consolador. El libro de Juan (14:15) nos habla de dicha promesa.
Pero… ¿Para qué vino el Espíritu?
- Para morar en aquellos que crean en Jesús. Nosotros somos el templo del Espíritu.
Esto trae sus consecuencias, porque el predicar el evangelio trae persecución o contiendas por aquellos que aún no creen o porque simplemente está prohibido profesar, pero Jesús dijo en Juan 16 versículo 2 que el Espíritu nos guiará conforme a su voluntad.
Angélica tomó como ejemplo la figura del Apóstol Pedro: un hombre co-dependiente, terco, impulsivo y miedoso. Sin embargo, nadie pensó que haría cosas tan grandes como las que hizo, inclusive, relata la Biblia que el mismo Jesús le dio un llamado, ser un pescador de hombres. Más adelante, Jesús pregunta a sus discípulos que quién era él, y Pedro le responde que él era el Cristo porque el Espíritu se lo reveló (para ese entonces Jesús no había revelado su identidad). En ese momento, Jesús le responde confirmando lo que dijo Pedro y en esa misma oración le dijo a Pedro que sobre lo que él había dicho, edificaría su Iglesia. No solamente aconteció esto, sino que Jesús le encargó a Pedro que apacentara al pueblo que ya lo seguía. Sin duda alguna, algo vio Cristo en Pedro a pesar de haberlo negado.
Más adelante, Jesús les dijo que en varios días serían bautizados con el Espíritu Santo, y ese día llego, fue el de Pentecostés, donde hablaron lenguas y demás.
Entre la algarabía que había, se allegan al lugar una multitud a ver qué sucedía y uno sale de entre el gentío y dice que estaban borrachos y Pedro se levantó, pero no lo hizo para huir como solía, sino para dar el discurso más importante registrado a la Iglesia, donde revela la promesa cumplida del Espíritu Santo de Dios. Ese día se convirtieron tres mil personas.
Ese Espíritu de aquel tiempo, es el Espíritu que aun sigue vigente en el siglo veintiuno… ¡BÚSCALO!
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