«Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad.» (Salmos 84:10). ¡Qué bueno es estar los hermanos juntos en armonía! Dimos comienzo al culto con la oración. Intercedimos por las peticiones como el Espíritu nos moviera a orar. Al culminar, el ministerio de adoración Tsuarach entonaron alabanzas al rey. La iglesia se puso de pie y adoramos al Señor juntos, exaltando su gran nombre. Al ir terminando el programa de adoración, el predicador de la noche, el evangelista ordenado de nuestra casa, César Rosado, expuso la poderosa Palabra del Señor:

«Detrás de cada miedo, está el miedo supremo, el miedo a morir. Pasamos momentos de miedo en los que nos bloqueamos, nos paralizamos. Me tocó la experiencia de vivir un asalto de mano armada. El guardia fue tomado de rehén, dispararon para amedrentar, y nos ordenaron a tirarnos al piso. Una compañera se quedó paralizada. Y el maleante, le increpaba, le insultada. Uno de los ladrones le aconsejaba que se tirara al piso al igual que el resto, pero ella era incapaz. Estaba bloqueada. Se llevaron el dinero y recogieron todo y la compañera continuaba paralizada.

El instinto de supervivencia te activa para responder. El corazón late más rápido. Adrenalina es repartida a través de todo tu cuerpo, la respiración se trastoca. Sube la glucosa. En ese momento la prioridad es sobrevivir. Se suspenden todas las actividades corporales que no son fundamentales para la supervivencia. Los animales continúan sus vidas como de costumbre tras un evento de estrés extremo, pero en el humano un suceso como este puede permanecer, promoviendo el surgimiento de una condición emocional. No podemos permitir que las emociones influenciadas por el enemigo controlen nuestras mentes.

Hay emociones y problemas emocionales que requieren ayuda profesional, pero hay otras engendradas en el mismo infierno: para controlarnos, manipularnos, e influenciar nuestra fe. No metas a Dios en ecuaciones humanas. Si eres irresponsable, no le increpes a Dios por las consecuencias de la irresponsabilidad. Aunque un ejército acampe contra mí no temerá mi corazón. Grítaselo a Satanás. ¡No voy a temer! El miedo nos asedia, nos asalta, pero «Aunque se levante guerra estaré confiado». Tenemos que pelear con esta carne; descansa en Dios y entrégaselo a él. Tienes que argumentar cuando el miedo te aseche. Cita la palabra y argumenta como Cristo lo hizo cuando fue tentado por el maligno. El miedo te va a destruir. Entrégaselo a Dios. Es asunto de Dios. Puedes tener paz en medio de la tormenta, Dios está», concluyó.

Le esperamos en nuestro próximo Culto al Altísimo. Dios les bendiga

Mi Casa es. . . la Casa de Todos