Esta noche comenzamos el Culto al Altísimo nocturno de manera gloriosa y de fiesta porque un grupo de quienes se constituyeron hoy en hermanos aceptaron a Jesús como Salvador. La porción para la exposición de la palabra de esta noche se tomó del evangelio de Lucas 4:14-21 en los labios de la pastora Iris N. Torres Padilla.
La Biblia es la palabra de Dios y al día de hoy sigue teniendo la misma eficacia que desde el principio. Cada libro está perfectamente escrito y cada uno de ellos complementa al otro. La Biblia se cumple todo el tiempo porque es la palabra de Dios. Cuando lees la Biblia no vuelves a tener tristeza, ni dolor, ni vuelves a tener sed. En todos los escritos hay un protagonista y en la Biblia también hay uno y este protagonista no comparte su protagonismo con nadie. El protagonista se llamaba Jesús, y era un hombre común; era carpintero. Algo había en la vida de este hombre que a los 30 años le dice a su madre que dejaría de hacer sus faenas diarias porque había un propósito que cumplir. Este Jesús, tenía algo que, cuando caminaba, la gente lo miraba; pero no sabían lo difícil que había sido el comienzo de su ministerio. Este hombre comenzó solo en el desierto porque tenía que encontrar y conocer su yo interior.
Por espacio de 30 años había sido carpintero y agricultor pero para poder comenzar a ser lo que estaba establecido, tenía que convertirse en un ser dual. Hombre y Dios al mismo tiempo; tenía que estar en el desierto aun siendo un lugar solo, caliente; un lugar al que muchos le huyen. En aquel lugar, para poder darle comienzo a su ministerio, tuvo que enfrentarse a uno que quería ser como el Creador: a Satanás. Tres tentó a Jesús, pero no lo logró porque Jesús sabía quién era. “Nada va a separarme del amor de Dios cuando se quién soy”, expresó la Pastora. Satanás no se apareció al principio en el desierto; llegó cuando Jesús estaba cansado, hambriento y sediento, llegó al final de su retiro.
“El desierto bien manejado te llena de poder”, es por esto que cuando salió del desierto, bajó lleno de poder a Galilea según establece el médico Lucas. Ese Jesús es el protagonista de quien hablamos en este tiempo. Es ese Jesús que permitió que aquella mujer, que estaba sangrando y que nadie podía tocar porque la ley la llamaba inmunda, lo tocara y le dijo que era salva. Ese mismo Jesús era el que sabía que ningún leproso se podía acercar a las personas, pero aun así les atendía porque él deseaba atender toda necesidad. En el camino se encontró con aquel hombre que solo le dijo que quería ser sano y sabía que no podía tocarlo pero la mano tosca y ruda por los golpes de la madera tocó el rostro de aquel hombre, y la lepra desapareció. Ese Jesús le dio el lugar a la mujer; el lugar que los judíos no le dieron y habló sobre el divorcio; si hay alguien que ama a la mujer y la valora es Cristo. Es ese mismo Jesús que, cuando estaba en el día de reposo, sanó al hombre de la mano seca.
Es ese Jesús que nos ha hecho bien y sin el cual nuestra vida no tiene sentido. Es ese protagonista de ese libro que no muta ni cambia. Es ese hombre que regresa pronto y viene por la iglesia. De ese hombre se trata la historia y el libro que es “El libro de las naciones”.
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