“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.  Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa”

-Mateo 5: 14-15

 

Bien sabemos que la oscuridad, la cual asociamos con tinieblas, es la ausencia de luz.  En términos espirituales, la luz en nosotros vino a encenderse cuando aceptamos a Cristo.  Ahora, vamos a incluir otro término: reflejo.  El reflejo es una ramificación de la luz, que permite transmitir una imagen.  El reflejo lo podemos aplicar como: vivir de glorias pasadas, dar por sentado que conocemos a Dios, vivir de lo que ya Dios hizo, etc.

  • ¿Está tu vida, tu forma de hablar y tus acciones siendo de testimonio para aquellos que no conocen de Dios?
  • ¿El desenfoque, la dejadez, el orgullo, el afán están convirtiéndote en reflejo?

En el Año de la bendición, no haz de recibir lo que esperas si las tinieblas tienen espacio en tu corazón.  “Si no cuidas de mantener tu luz encendida, Dios permitirá que otra luz brille en tu lugar.  Debemos tener presente que somos esa ciudad que los que deambulan miran al pasar”, palabra compartida por Freddy Rodríguez.  Procuremos, pues, estar preparados para suplir en cualquier momento, la necesidad de otros, teniendo en cuenta que podría ser la última oportunidad que tenga esa persona de conocer a Cristo. El Señor nos demandará por aquello que tuvimos a bien hacer y que no hicimos. Nuestra labor consiste en consumirnos para que predomine y prevalezca la luz; consumirnos al servicio de la luz.