La clase del domingo 4 de septiembre fue expuesta por la joven Patricia Torres, y la base bíblica de la misma se encuentra en Números 21:4-9 y Juan 3:14-21.
El pasaje de Números relata otra ocasión más en la que el pueblo de Israel se quejó de Dios y de Moisés. Esta vez, alegaron estar muy cansados, que no había pan ni agua y que el pan que Dios le proveía era “muy liviano”. Dios, entonces, envió unas serpientes que mordieran al pueblo, y gran parte del mismo murió. Al ver la desgracia que les acontecía, fueron donde Moisés, arrepentidos de sus quejas y pidiéndole que quitara las serpientes de entre ellos. Dios, entonces, ordenó a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y que la colocara sobre un asta para que todo aquel que fuere mordido por alguna serpiente, la mirara y no muriera.
El pasaje del evangelio de Juan relata cómo Nicodemo fue a visitar a Jesús para conversar con él y hacerle preguntas. En el corazón de este fariseo, conocedor de las escrituras, había una convicción de que Jesús era enviado por Dios como maestro para ese tiempo. Jesús conocía lo que había en su corazón, pero sabía que Nicodemo debía abandonar su antigua manera de ver al prójimo, de verse a sí mismo, de ver a Dios para poder ser transformado. Es por esta razón que le habla del nuevo nacimiento, concepto que Nicodemo no entendió del todo. Jesús, como buen maestro, utilizó una porción de la Escritura que Nicodemo, como estudioso de la ley, entendía a cabalidad y probablemente había leído muchas veces: la serpiente que Moisés construyó.
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:14,15), le dijo Jesús. La obediencia a Dios al mirar la serpiente cuando fueran mordidos era lo que salvaba al pueblo; de la misma manera Dios levantó a Jesús, para que todo el que le busque, sea salvo. Pero, el mirar a Jesús, no solo trae vida, sino que trae salvación del alma. Dios, en su infinita misericordia, a pesar del desánimo, la frustración y la queja del pueblo, proveyó una manera de que fueran salvaguardados de lo que les aquejaba. Asimismo, Dios proveyó a Jesús, para salvar la humanidad y restablecer su relación con la misma.
Es decisión nuestra mirar al Maestro. Queda de nosotros si, como Nicodemo, abandonamos nuestras antiguas maneras de ver a Dios; abandonamos aquello que nos impide mirar al Maestro y seguirle. Al igual que la serpiente de bronce en el desierto, está la cruz de Cristo, levantada para que todo el que la mire recuerde que el Dios de toda misericordia hizo provisión para nuestra salvación.
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