Después de un momento de adoración con el ministerio Tsarach dimos comienzo a nuestro Culto al Altísimo nocturno.  Continuando con la serie de predicaciones sobre José, la pastora Iris N. Torres Padilla comenzó con la exposición de la palabra, esta vez tomando la porción de Génesis 37 versos 18 en adelante.

El plan de los hermanos de José era simple; matarlo y arrojarlo a una cisterna para que fuera devorado y así no habría prueba contra ellos. Rubén defendía a José, no por amor, sino para evitar causarle dolor a su padre. Los caminos de Dios son más altos que los nuestros. La conspiración siempre tendrá resultados negativos.

Para José había un plan y Dios sabía que enfrentaría la prueba y saldría victorioso. Es por esto que en el proceso de la conversación de sus hermanos, hubo un milagro: la cisterna estaba vacía. Dios cree en ti y pelea tus batallas porque sabe que tú puedes. El momento de llegar de vuelta a su padre llegó, los hermanos fueron donde Jacob. Rubén era el responsable ante Jacob de sus hermanos; él manchó la túnica de colores con sangre de algún animal para que Jacob pudiera identificar la túnica de colores manchada y de esa manera tener una “excusa” ante la desaparición de José.  Había un propósito en la vida de José y por eso tenía que ser vendido, aunque Rubén hubiera querido buscarlo.  Nunca envidies la túnica de colores de otro porque el espiritual reconocerá la túnica del soñador aunque esté manchada con sangre.

La vida es justa y con la misma vara que mides, serás medido. Cosechamos lo que sembramos y de la misma manera que Jacob engañó a su padre para robarle la primogenitura, sus hijos le engañaron.  Jacob reconoció la túnica de su hijo y sus días siguientes fueron de luto porque amaba profundamente a José.  José llega a Egipto siendo vendido al capitán de la guardia de faraón y, aunque José estaba viviendo una aparente desgracia, esa desgracia fue el pretexto para Dios manifestarse.  José no llegó sólo a Egipto, Dios llegó con él.

 

MI CASA ES LA CASA DE TODOS