En la mañana gloriosa del 21 de agosto, tuvimos a bien continuar con el tema sobre José. Nuestra pastora, Iris N. Torres utilizó, como en las pasadas prédicas, Génesis 37 como base. “Todos tenemos derecho a soñar”, expresó. José, a pesar de sus circunstancias, no se limitó a soñar. No solo las personas de mucho dinero, ni con más recursos tienen derecho a soñar. Los sueños llegan a las personas que hacen frente a sus temores, y libremente realizan sus metas. Para soñar no hay límites, ni fronteras; solamente se requiere de un corazón dispuesto.

No escondas tu túnica de colores por miedo al qué dirán. No dejes de ser como Dios te creó para complacer los deseos de los demás. A la distancia, la Biblia dice que José fue reconocido por sus hermanos, ya cuando iba de camino hacia ellos, estaban conspirando en su contra. En tu caminar encontrarás oposición, habrán personas a las que no les gustará lo que tienes que decir. Aunque todo eso pase, no entregues tu sueño.

Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo. (Gálatas 1:10)

Soñar es creer que lo imposible se hace posible, que con Cristo se puede. Al mundo le molestará tu luz, tal vez no soportarán la gracia de Dios sobre ti; pero no te rindas. Ve tras el sueño que hace tiempo Dios puso en tu corazón.

Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.” (2Timoteo 1:6)