En medio de un ambiente de adoración donde las mujeres de la casa fueron celebradas por conmemorarse hoy el Día Internacional de la Mujer, la pastora Iris N. Torres Padilla tomó la palabra de Éxodo 3:7-8 como parte de una serie de predicaciones sobre el 2015, denominado Año de Cambios, y Romanos 3:5 para enfatizar que llegó el momento de dejar la pereza y hacer cambios.
Nehemías 4:14 trae un mensaje contundente: tenemos que colocar nuestra mente en Dios y no en lo que nos rodea. Luego, en el verso 17 y 18 de ese mismo capítulo, el mensaje continúa: llegó el tiempo de despertar, de dejar de comportarnos como niños, llegó el tiempo que el pueblo de Dios sea maduro y haga lo que tiene que hacer. «Aun en la crisis, alaba y adora. No permitas que Satanás tome ventaja de la situación; deja de quejarte tanto, es año de cambios», expresó la pastora. Filipenses 4:4 nos ordena a regocijarnos en todo momento. «La impaciencia te detiene en el camino y te hace dudar, ella ataca tu pensamiento. Una de las herramientas para controlar los pensamientos pesimistas en medio de una crisis es adorar a Dios. El adorar a Dios traerá paz a tu corazón», explicó.
Si somos escogidos de Dios debemos recordárnoslo a nosotros mismos. El enemigo no tiene parte ni suerte contra la Iglesia; su final está escrito y determinado por Dios desde un principio: el lago de fuego y azufre. Llegó el momento de cuidarnos de la impaciencia. Si no lo hacemos, puede ocurrirnos como al pueblo de Israel a los pies del Monte Sinaí: Moisés estaba en el monte recibiendo las directrices de Dios, el pueblo se desesperó y construyó un becerro de oro. Esto es un vivo ejemplo de acciones de personas que se desesperan e impacientan. «No desees la tierra prometida si no has pasado por el desierto. La impaciencia sabotea tu camino hacia lo que Dios tiene reservado para ti. Por esta razón Abraham no supo esperar la promesa que Dios cuando este le dijo que Sara le daría un hijo, no su esclava», indicó la pastora.
El leproso sabía que Jesús estaba en aquel lugar y supo decirle al pueblo que sabía que Jesús le sanaría y esperó con paciencia el momento oportuno para recibir su milagro. «Él sabía que Dios estaba y que no habría ningún espacio vacío para lo que dijeran las personas, aún sabiendo que era rechazado por la sociedad. Pero Jesús llegó», finalizó la pastora…
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