“No está aquí, pues ha resucitado, como dijo.” (Mateo 28:6)

Llegó el día; el día que le dio sentido a nuestras vidas, en el cual todos los cristianos nos regocijamos. ¡Jesús resucitó!

El domingo en la mañana celebramos nuestro culto mañanero, el cual estuvo a cargo del ministerio de niños de la iglesia, quienes pusieron en escena un drama extraordinario. Este, de manera muy distinta a los dramas que solemos ver, trató sobre el relato de los discípulos de Emaús y presentó que Cristo es el Cordero de Dios, quien tenía que derramar su sangre para el perdón de los pecados de la humanidad.

Y con ese mismo espiritu de júbilo pasamos al momento del mensaje, expuesto por el pastor Javier Negrón.

“A los evangelistas y los escritores sagrados no les interesó defender al resucitado, ni la resurección. Ellos escribieron afirmando un hecho histórico. Cristo resucitó de entre los muertos”, afirmó Negrón. La resurección es un hecho histórico, como lo es nuestro nacimiento o la conquista de América.

Desde el comienzo de la humanidad, los seres humanos, tanto hombres como mujeres, han tenido una interrogativa sobre si hay vida después de la muerte. Muchas filosofías y religiones no saben dar con certeza una respuesta. Lo que sí todos pueden afirmar es que la tumba de Mahoma, de Budah y de Confucio todavía siguen ocupadas. La tumba de Cristo, sin embargo, hoy está vacía.

Ahora, ¿por qué creo en la resurección de Cristo? Fue por ella que Jesús se convirtió en el sacrificio vivo para la humanidad. Tan solo su muerte, significaba un hecho en el cual no había egoísmo: “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”(Mateo 26:28)
Ni los apóstoles, ni ninguno de los maestros que enseñaban las escrituras ganaban algún beneficio terrenal al esparcir el evangelio. No tenían porqué bendecir a otros con los milagros que hicieron, ni porqué ofrecer tanta sabiduría a los demás. Pero de eso se trata el evangelio, de aprender a darlo todo por tu hermano. De querer bendecir a otros con lo que Dios te ha dado.

La muerte de Jesús no fue para traer competencia, ni discordia, ni tan siquiera argumentos. Ésta fue llevada acabo por amor, amor que rescata, amor que perdona, amor que sana. Un sacrificio tan grande no se puede pasar por alto.

Muchos han dejado pasar este regalo tan grande, pues prefieren conformarse con los deseos de este mundo. Pero tú, no permitas que tu alma se pierda. No permitas que otros traten de callar tu fe. Sigue a Cristo, pues él es fiel.

 

 

Por: Lisandra Y. Rodríguez