Esta noche la iglesia se llenó de la presencia de Dios por medio de las alabanzas de los hermanos que se dieron cita al Culto al Altísimo nocturno para declarar las misericordias y maravillas de Dios en medio nuestro. Teniendo como referencias el capítulo 6 versículo 1-4 y 12-13 del Libro de Levítico, la pastora Iris N. Torres Padilla dio comienzo a la exposición de la palabra en esta noche.
El fuego en el altar no se puede apagar, la leña tiene la particularidad de mantener el fuego encendido. La búsqueda de Dios tiene que ser constante. Nuestra responsabilidad es mantener encendido lo que Él dio. En la antigüedad, el fuego se encendía golpeando dos piedras, pero en este tiempo, nosotros tenemos la piedra que desecharon los edificadores y, como esa piedra pasó por un momento de fricción para encender el fuego, es nuestro deber mantenerlo encendido. Los sacerdotes no podían permitir que el fuego se apagara, que el cansancio los dominara, nada era más importante que mantener el fuego encendido. En este tiempo, todos aquellos que guardamos los mandamientos de Jehová, somos sacerdotes como bien lo establece 1 Pedro 2:9 y Apocalipsis 5:10.
Para mantener el fuego de Dios encendido, debes mantener al Espíritu de Dios contento. El Espíritu de Dios es la tercera persona de la Trinidad y cuando se enoja, se contrista y se aparta. Sobre todos los cristianos mora el Espíritu de Dios y nuestro deber es mantener el altar con leña para que el fuego no se apague porque somos templo del Espíritu Santo. La relación con Dios no depende de nuestro estado anímico. Dios cuenta contigo para que el altar de esta tierra se mantenga encendido. El espíritu de Dios se mueve sobre altares en Puerto Rico donde la candela de Jehová este encendida.
Si el Espíritu está encendido y yo soy templo, entonces ese fuego está dentro de mí. El fuego estará encendido sobre el altar y no se apagará, como lo establece el Libro de Levítico. Nosotros debemos ser cristianos que construyan altares en nuestras vidas, no solo en las iglesias. La palabra “altar” se menciona más de 354 veces en la Biblia y alguno de los hombres que levantaron altar a Dios fueron Noé, Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, y tú y yo. Siempre que levantamos un altar, la presencia de Dios desciende y marca. 1 Tim 4:14 establece que Pablo le pide a Timoteo que tenga cuidado y que no diera por sentado que tenía a Dios de su lado. Le decía que no permitiera que el desinterés descuidara su relación con Dios. Le decía que no negociara con Dios, sino que le obedeciera. Por esto vuelve a escribirle en 2da Timoteo que volviera a avivar el fuego que había en él. Avivar es dar vida, y no de la nuestra, sino de la vida que da Dios. No te arriesgues, Cristo está a las puertas y. sin santidad, nadie verá a Dios.
Si tú quieres que Dios te bendiga, busca el altar, enciende el fuego y que ese fuego queme la grosura y quite lo que no te conviene. En la medida que mi relación con Dios no sea a través de terceros, mi vida va a cambiar. Tú y yo somos sacerdotes y debemos tomar el consejo de Dios y tenemos que echarle leña todas las mañanas. No dependas del hombre; vuelve a la oración, al ayuno y la lectura de la palabra. Dios te hace un llamado en esta noche porque sobre nosotros hay una responsabilidad al ser templo y sacerdotes de Dios.
Apocalipsis 3:20 exhorta a que nadie te apague el fuego. La carne, el diablo y el mundo son los peores extintores del fuego. Dentro de mí hay un fuego, no permitas que ninguno de estos te robe el fuego y te separe del amor de Dios. Si la Biblia dice que eres un vencedor, no le creas a Satanás. Aviva el fuego de Dios que está en ti porque cuando ese fuego está encendido, nadie lo apagará.
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