No hay otro lugar donde el hombre deba querer estar que no sea ante los pies del Maestro. No hay otro lugar en el Planeta que pueda llenar todo lo que somos. Toda la tierra está llena de la Gloria de Jehová, y el hombre tiene que reconocer y confesar que Jehová es Dios. En medio de un ambiente de adoración comenzó el Culto al Altísimo nocturno. La porción a ser considerada para la exposición de la palabra en esta noche fue el Libro de Hechos 3:1-6; “la antesala de tu milagro es la expectativa que surje en ti de que algo va a ocurrir”, comenzó diciendo la Pastora Iris N. Torres Padilla.

Más de 3,500 promesas tiene la Biblia; milagros poderosos que rompen los esquemas de la ciencia, del conocimiento, de la sabiduría del hombre. La Biblia cambia las naciones, cambia los hogares, transforma las familias, transforma los matrimonios. El propósito principal de leerla es aprender lo que ella dice; que no repitamos los mismos errores y nos llenemos de sabiduría. Los milagros de Dios ocurren de manera imprevista, aunque Dios es un Dios ordenado y tiene una agenda, no está limitado a tiempo y espacio. El milagro del cojo comenzó desde su casa; ese día era el día de su milagro. Cuando se levantó, haría lo que siempre hacía, pero había algo que decía que esa mañana iba a ser diferente.

Pedro y Juan cargaban lo mismo que carga el hombre y la mujer de Dios; la Gloria de Dios. El Mundo nos necesita y grita que tienen sed de Dios y la iglesia tiene lo que el Mundo necesita y anhela: DIOS. Somos luz y la luz se coloca encima de la mesa para que los que la vean puedan ver todo; si la luz esta en ti, no te creas poca cosa, no digas que no puedes, no digas que eres pecador. “Mírate en el espejo de Dios, no te mires en el espejo de la culpa, de la conmiseración. Mírate en el espejo del Espíritu Santo, mírate en el espejo de Dios y la imagen que se va a reflejar es la de real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido no por voluntad de carne sino de Dios”, expuso la Pastora.

En el nombre de Jesús levántate y anda. El Dios de Pedro y Juan sigue sanando, “entra la llave en la hendidura y abre la puerta porque Dios te espera detrás de ella”.

Mi casa, es la CASA de TODOS