En un mover de Dios extraordinario, la pastora Iris N. Torres Padilla dio comienzo al Culto al Altísimo nocturno del 22 de marzo de 2015 tomando como base 1 Juan 3:1-5 para exponer una predicación poderosa siguiendo el hilo de una seria de predicaciones contínuas en el año de cambios. «Cristo viene pronto, y hablar de pecado en una iglesia en estos tiempos no es tarea fácil por diferentes razones; los que lo hacen lo exponen con mucho cuidado», comenzó diciendo la pastora.
¿Podrá pecar un hijo de Dios? ciertamente existen pecadores salvos y pecadores perdidos. El problema de los cristianos de hoy día no es que pequen, porque dice la Biblia: “Hijitos… si alguno ha pecado abogado tenemos para con el Padre a Cristo” (1 Juan 2:1), el problema es que al otro día vuelven a cometer el mismo pecado. Pablo y Pedro cometieron pecados, Noé siendo un hombre justo, dicho por Dios en el libro de Génesis, cometió pecado al bendecir el viñedo y luego tomarse el vino. Abraham, siendo el padre de la fe, cometió pecado al decir que Sara era su hermana y no su esposa cuando estaba frente al rey. Dice la Biblia en Filipenses 1:6 “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” y en Juan 10:26 “pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho”.
¿Por qué solo se dicen y se cuentan los pecados de gran nombre? Es más fácil hablar de los que todo el mundo conoce y se asombran al ser expuestos. Sin embargo, aquellos que no son comunes o escandalosos para el oído humano causan el mismo o peor daño. El pecado destruye y te roba el gozo. Es por esto que David reconoció su pecado al estar frente a Natán; en el palacio había silencio a raíz de su pecado y por esto escribió “mientras callé se envejecieron mis huesos” (Salmo 32:3) y más adelante escribió “devuélveme el gozo de la salvación” (Salmo 51:12). El 2015 es año de cambios; Dios va quitará todas las máscaras y te hará decir la verdad. Dios está buscando personas que no le mientan, sino que le sean sinceros y que deseen cambiar. El pecado nos hace alejarnos de nuestro propósito; cuando abrimos los ojos y nos damos cuenta de lo que hemos hecho, no tenemos la fuerza física para volver a Dios. «La sangre de Cristo es el antídoto para el pecado, y el Espíritu Santo la medicina. Si confiesas tus pecados, Él será fiel y justo para perdonar», culminó la pastora.
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