Como es típico, al final de año y a principios de otro, muchos de nosotros pensamos en resoluciones para hacer: comer menos, hacer más ejercicios, ser un mejor padre o esposo, pasar más tiempo con la familia, aprender a tocar guitarra, entre otros. La lista de deseos es larga, pero difícil de seguir. Muchos de nuestros deseos y resoluciones, sin embargo, son aspiraciones generalmente materiales que, aunque no tienen nada de malo seguirlas, son cosas que no nos van a ayudar necesariamente a ser mejores cristianos.
Dentro de la tradición cristiana evangélica, los frutos o consecuencias de la santidad se podrían definir de formas similares pero (a la misma vez) se podrían alcanzar solo de acuerdo a lo que nuestros lentes doctrinales muchas veces nos permitan ver (por eso es importante escudriñar la palabra; para alcanzar santidad tal como la Biblia nos indica y que pueden ser algunas veces contraria a lo que nuestras propias denominaciones nos pueden enseñar). Quizás para algunos hermanos pentecostales, parte de esa trayectoria hacia un mejor cristianismo, o un cristianismo verdadero según su entendimiento, se podría alcanzar con el tan apreciado don de lenguas. Quizás para algunos hermanos bautistas, esa trayectoria hacia la santidad se podría recorrer iniciando metas más tangibles y específicas como, para dar solo un ejemplo, leyendo la Biblia en 12 meses (lo cual me parece una meta más razonable, aunque no siempre espiritual dependiendo en el caso específico de la persona).
Entonces, tratar de buscar santidad en el año 2016 sería una de esas resoluciones que creo que a Dios le agradaría más; pues como cristianos no debemos de conformarnos de ser como los demás (Romanos 12:2) “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”, sino que debemos de buscar santidad y de allí todo lo demás nos será añadido (Mateo 6:33) “Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”
Entonces, si hablamos de resoluciones, ¿por qué este año no tratamos de trazar una meta que quizás no nos agrade tanto a nosotros mismos sino a Dios? Después de todo, nosotros fuimos creados para agradar a Dios, para tener esa comunión perfecta con nuestro Creador.
La meta de la santidad no es para muchos, debe ser para todos. Santidad a Dios entonces incluye compartir con otros lo que nosotros estamos experimentando en nuestros corazones todos los días. Hablar de la misericordia y de la gracia de Jesucristo es necesario antes del fin de los tiempos.
Porque no podemos, ni debemos, dejar de hablar lo que hemos visto u oído (Hechos 4:20) “porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.” Porque Dios es un Dios Santo (Levítico 19:2) “Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios”, tres veces Santo (Isaías 6:3) “ Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.” y Apocalipsis 4:8 “Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.”), por eso nosotros también debemos de buscar la santidad (1 Tesalonicenses 4:1-12).
Si tú quieres que el 2016 sea un año poderoso y de fuego, procura en tu resolución que lo primero sea buscar la santidad y la intimidad con Dios. Así es como único lograrías el cambio y terminarías con la victoria en tus manos. Pruébalo y verás.
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