Hoy domingo en que celebramos la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, nuestra pastora Iris Nannette Torres Padilla trajo palabra de edificación a la iglesia mediante la porción bíblica que se encuentra en el libro de Juan 20:1-18.

En estos versos, Juan narra los sucesos que ocurrieron al tercer día de la muerte de Jesús.  Cuenta que María llegó muy temprano al sepulcro, cuando aún estaba oscuro, y vió quitada la piedra del sepulcro.  Llamó rápidamente a Pedro y a Juan, y ellos fueron y comprobaron lo que ella les dijo.  Sin embargo, había una experiencia especial que Dios tenía reservada para María.  Cuando los discípulos volvieron a los suyos luego de ver el sepulcro vacío, María se quedó sola allí, llorando al no encontrar a su Señor.  Allí, en medio de su dolor y deseperanza, sus ojos fueron abiertos y vió dos ángeles que le preguntaron por qué lloraba. En ese momento, vió a Jesús a su lado, aunque aún no sabía que era él.  No fue hasta que Él la llamó por su nombre que supo que era su Maestro.

¡Cuan grande experiencia tuvo María!  En medio de la oscuridad del sepulcro, llena de tristeza y confusión, se encontró con su Señor, el que ella pensaba que ya no estaba.  Si María no hubiera ido al sepulcro, no hubiera visto a Jesús.

No importa las noticias de terror o muerte que escuches, en tu sepulcro verás a Cristo.  Verás a aquel Jesús que conoce la soledad y que libró la más grande de las batallas y lo hizo solo.  Por eso te entiende. Hoy identifica cuál es tu sepulcro, qué has dado ya por perdido, y aún en medio de la soledad y oscuridad, encontrarás a Cristo.  No permitas que el dolor que vives interrumpa el sonido de la voz de Dios al llamar tu nombre.  Reconócelo y verás su gloria y podrás decirle a otros que el tercer día, el día de la resurrección llegó.  ¡Él vive!

 

Mi casa es la casa de todos