“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.” (1 Juan 3:1)

 Hablar de pecado en una iglesia es algo que no le gusta a mucha gente. Pero el Señor me dijo que dijera en cada predicación que Él vuelve. ¡Y viene YA! Hay prisa. Cuando venga El Señor, viene a llevarse una iglesia pura.

 Prácticamente a ningún pastor en Puerto Rico le gusta predicar de pecado, porque en nuestra Isla hay dos extremos. Están los “free-will”, avenida grande, y están los otros para los que hasta ponerse un poco de maquillaje es malo. Entonces esto lleva a que la gente no predique de pecado, por miedo a que se lastimen. Pero, el día que una iglesia sea de gente perfecta, ya no necesitaremos a Dios. Cuando somos salvos, nuestros pecados grandes y pequeños serán llevados a la cruz. Dios nos salva, pero eso no significa que estamos excentos de volver a pecar.

 Juan 10:28 dice: “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.” Esto quiere decir que somos salvos por la fe en Jesús, no por la obra del hombre. Tenga cuidado con pensar que usted vale poco para Dios. Allá arriba Dios tiene un ángel con una goma gigante para cada vez que peques, borrar tu nombre. Aquí no hablo de “salvo siempre salvo”, eso es una falsa doctrina, hablo de que el amor de Dios es insondable. Aquel que es llamado hijo de Dios, se guarda para Él.

 Vive una vida de acuerdo a la Palabra, no por miedo al infierno, sino por amor a aquel que ha tenido de ti misericordia. Pero aquel que peca, tendrá que enfrentar las consecuencias. Por eso, la persona más miserable del mundo no es el inconverso, sino aquel que está fuera de la comunión con Dios. En muchas ocaciones, los que están a tu alrededor, no han conocido a Dios por tu mal testimonio. El que encubre su pecado, no prospera. Por eso, sácalo a la luz, por la convicción del Espíritu Santo.

 Entonces, ¿qué vamos a hacer hoy? Dios no quiere que escondamos nuestros pecados, más bien que nuestras debilidades las llevemos a la luz de Cristo. Una vez saquemos el pecado a la luz, el diablo perderá influencia sobre nosotros. Si Dios sabe tu verdad, ningún hombre tiene poder para señalarte. Confiesa tu pecado a Dios, siendo conciente de tu verdad. Una vez lo hayamos confesado, El será fiel y justo para perdonar. ¿Qué iglesia busca Dios? ¿Una perfecta? No. Una que esté en busca de la santidad.

 

Pastora Iris N. Torres Padilla

 (Julio 2, 2017)