Vivimos en una sociedad difícil donde mentir se ha vuelto una rutina y traicionar en costumbre. Donde las personas solo se preocupan por sí mismas y viven de prisa sin mirar al lado. Nosotros, como miembros del cuerpo de Cristo y portavoces de su palabra, debemos ser la diferencia. Somos como los empleados de servicio al cliente; se supone que estamos a la disposición del necesitado ya sea desde algo material hasta algo espiritual. Dios nos da el poder para servir con excelencia y, ¿por qué no lo hacemos? Si en los mandamientos se ordena «ama a tu prójimo como a ti mismo». Otra referencia es la regla de oro “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”. Mateo 7:12.
Por otro lado en Gálatas 6:10 nos dice “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. Dios conoce tus limitaciones pero también conoce tus virtudes, deposita en Él tus preocupaciones y Él se encargará del resto. Recuerda que si quieres ver un cambio en tu vida, tienes que provocarlo.
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