El miércoles 24 de septiembre, Angélica Cartagena nos llevó al pasaje bíblico de Juan 13:1-20, que relata el momento en el que Jesús lavó los pies de los discípulos. Nuestra presidenta nos explicaba cómo Jesús, conocedor de todo, ya sabía que en el corazón de Judas Iscariote estaba el querer entregarlo, y aún así, Jesús se levantó de la mesa, tomó una toalla y empezó a lavar los pies de todos ellos, incluyendo los de Judas Iscariote. ¡Qué maravilloso acto el de Jesús! Teniendo conocimiento de todas las cosas, demostró que vino al mundo a servir, y no a que le sirvieran. Tal ejemplo fue el del maestro a sus discípulos para que así hicieran ellos unos con otros, y así como él sirvió a los discípulos, ellos lo debían hacer a la humanidad.

Es impresionante saber a qué Dios le servimos, ya que, además de darnos el perfecto manual de instrucciones con el cual regimos nuestras vidas (la Biblia), Él mismo nos ayuda a lograr nuestras metas tal como Él desea. Juveniles, a medida que el tiempo pasa, es más difícil enfrentarse al mundo de la manera en la que hacemos. Día tras día debemos dejar cosas como el orgullo, darle siempre la gloria al Señor, e ir por todo el mundo a predicarle a toda criatura las buenas nuevas, sea que conozcan al Señor o no. Es tiempo de hacer la diferencia, tal como Jesús la hizo con sus discípulos; debemos servirnos unos a otros, y servir al resto de la humanidad, pero aún más importante, olvidar las diferencias y unirnos como cuerpo que somos para lograr la meta de la vida eterna.

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Mi casa, es la casa de todos

Escrito por: Shaliny A. Quiles