En uno de los salones de nuestra Academia de Fundación Cristiana, se encuentra la clase de Eduardo Martínez. Nos reunimos allí para indagar en Su Palabra. El 12 de octubre, día del «Descubrimiento de América» o el «Día de la Raza», discutimos la clase «Confía en la redención», tomando como punto de partida Job 19:1-7; 23-29. Utilizamos la revista El Discípulo como guía para la clase.

Job fue un hombre de fecunda riqueza: «su hacienda era siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los orientales» (Job 1:3). Sin embargo, dicho estatus no se limita a su prominencia económica, dice la Palabra de él: «era hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal». Dice más, que aun se preocupaba en sobremanera de los posibles pecados y trasngresiones que sus hijos podrían cometer; y por tanto, «Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días» (Job 1:5). No obstante, a pesar del corazón piadoso de Job, le sobrevino, en contradicción con la visión tradicional de retribución (si pecas, sufres; si obedeces, prosperas), una calamidad inesperada y funesta (Job 1:13-19). En un espacio breve de tiempo, perdió sus hijos, sus bienes y finalmente su salud (Job 2:7).

A pesar de que Dios te permite pasar por la prueba y no te explica el sufrimiento, no desvirtúa el propósito que tiene. . .

«El propósito de Dios en la prueba, lo llevó a creer aunque no entendiese los misterios de Dios». «Nos llama a reconocer que debemos crecer», exclamó Martínez. Hablando acerca del propósito de Dios para Job: «busca que al igual que Job, aprendamos la justicia de Dios. A veces nos desesperamos y buscamos la justicia en nuestras manos», confesó. «Al principio, Dios era una misterio, pero aun así Job sabía que le había de hacer justicia». «Nos vamos a enfrentar a situaciones en que tendremos que entender que hay que esperar, y que Dios hará justicia.«A través de la Palabra Dios nos ilumina». «A pesar de que Dios te permite pasar por la prueba y no te explica el sufrimiento, no desvirtúa el propósito que tiene». «Yo sé que mi Redentor vive. . .» Dijo el maestro: «apunta a la agonía de Dios encarnado, Jesús. Dios lo transformó para que por medio de la resurrección tengamos redención. Por cuanto Él vive, nosotros también vivimos». «Estamos invitados a crecer en esa gracia y ese favor, y Él espera que nosotros en Él confiemos».

Amado hermano, le esperamos todos los domingos en la Iglesia de Jesucristo El Caballero de la Cruz, a las 9:30am, en la Escuela Dominical: la espina dorsal de la Iglesia.

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