¿Cómo no adorarle si Él es quien nos ha dado vida? ¿Cómo no decirle que Él es la fuente de la cual brota agua de vida? ¿A dónde iremos si solo Él tiene palabras de vida eterna? De esta manera, en un ambiente lleno de adoración, dimos comienzo a nuestro Culto al Altísimo nocturno, declarando que Jesús es nuestro Señor. Continuando con la serie de predicaciones sobre el año de bendición, la pastora Iris N. Torres Padilla tomó como porción para exponer la poderosa palabra del Señor la que se encuentra en el Libro del profeta Isaías capítulo 35 verso 1 en adelante:
«Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo; la gloria del Líbano le será dada, la hermosura del Carmelo y de Sarón…”
Esta palabra fue dada por Isaías aproximadamente en el año 700 a.C. Su ministerio duró alrededor de 60 años y tuvo que enfrentar uno de los periodos más críticos de su nación. Isaías fue testigo de la caída de Israel y de la decadencia de Judá. Según la tradición hebrea, Isaías fue perseguido y aserrado por la mitad por el Rey Manasés. La palabra de este capítulo es una de esperanza; a un pueblo no se le puede quitar la esperanza.
El Líbano era conocido por su blancura y la nieve en sus montañas, era famoso por sus cedros, los cuales fueron usados para la construcción del templo, y era codiciado por otros pueblos. El Carmelo era un imponente jardín de frutas, especialmente cuando era visto desde el mar. Sarón era una llanura famosa por su fertilidad, llena de vegetación, y la rosa se destacaba sobre sus otros arbustos. Algún día el desierto que estás viviendo será transformado en tierra fértil porque la gloria de Jehová lo transforma todo. En el desierto hay muerte y no hay agua, pero Dios establece que la puerta cerrada se abrirá, que la solución que no llega está a las puertas, que la Gloria de estos tres lugares ya fue entregada y te mirarán como bendición porque la gloria del Altísimo ha sido depositada sobre ti. Dios quiere que te esfuerces y no te quites, que te mantengas como viendo al invisible.
Dios te dice que si estás en el desierto, no tengas miedo y seas fuerte. Cuando esta palabra fue dada por Isaías, Asiria se levantaba peligrosamente en contra del pueblo, pero Dios les decía que no temieran y que fueran por encima de sus fuerzas normales. Dios viene con retribución y pago y te salvará. Él ha estado presente en todos tus momentos de crisis, cuando nadie creía ni pensaba en ti, ahí Él estaba y ¿Qué hizo? Te vistió de vestiduras sacerdotales, te transformó el desierto en vida y te levantó. Aquellos que te daban por muerto te mirarán y se preguntarán qué ocurrió y tu respuesta será “Dios me levantó y me restauró”.
Las aguas en el desierto de las que habla el pasaje simbolizan renovación en lugar de muerte y bendición en lugar de maldición. Dios te promete un camino nuevo hoy y te indica que abrirá camino donde no hay ninguno. Muchas veces, el panorama de nuestra vida no es el ideal y creemos que no lo lograremos, pero no hay porqué preocuparse por opinión de terceros. Escucha la voz de Dios que anuncia que transforma tu circunstancia, cambiará la tristeza en gozo y llenará tu desierto con agua en abundancia y serás fructífero. Dios te anima a que perseveres y continúes para que renueves tus fuerzas.
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