Cuando pequeña no era una niña muy normal, pues la mayoría del tiempo estaba muy triste. Creo que no fui una niña muy feliz por muchas razones. Recuerdo que una tarde, unas personas se acercaron a mi mamá y padrastro y los invitaron a una iglesia pequeña que comenzaba a abrir sus puertas en el barrio. Fue ahí, a la edad de 10 años y por primera vez que pude sentir un profundo amor y mucha alegría.

En aquel lugar supe que ese Dios del cual había escuchado es real. Entonces me enamore de Él hasta el día de hoy le sirvo. Ya adulta, sigo enamorada de Dios. Haz tú lo mismo; invita a alguien a la casa de Dios sin importar su edad.

¿Sabes qué? Podemos darle a nuestros niños tiempo de calidad. Si los ves tristes, preocupados, o tal vez molestos, haz un alto. Siéntate con ellos y disfruta ese tiempo, en todo momento tratando de llegar a sus corazones, para que puedan expresar lo tanto les preocupa. Y allí, en ese instante en el que le escuchas, también háblales de Dios. Así como creas tiempo de calidad, el Señor desea tener tiempo de calidad con nosotros. Es en ese entonces cuando habrás ganado la confianza y ellos han olvidado su preocupación; ganando así nuevas esperanzas.

Myrna Vázquez, maestra de niños de 9 a 12 años.